Madrid en camiseta
Estoy deseando ver Madrid en las camisetas pintadas por 16 grandes diseñadores sobre el relieve de los pechos de las suecas o marcando musculatura en el torso de los muchachos de San Francisco. Ardo en deseos de ver de qué modo el modista Jesús del Pozo consigue que la flecha de Cupido se alce sobre los edificios de Madrid para sugerirnos una ciudad romántica; cómo brotan las flores de la eme de Montesinos, que no será la de su propio apellido, sino la mismísima eme de un Madrid florido, para que la ciudad ecológica donde se talan árboles fascine a un chino, o cómo las rutas del metro madrileño se convierten en vías de colores por el arte de Pernas para invitar a los australianos a viajar en nuestro subterráneo.
No sé si el precio de las camisetas nos permitirá a todos llevar en el pecho a Madrid como verdaderos hombres y mujeres anuncios o si tendremos que apoquinar una pasta acorde con el valor de la obra de nuestros diseñadores; tampoco sé si el Ayuntamiento está dispuesto a retribuirnos por difundir con nuestro propio cuerpo la imagen de un Madrid pintado, o piensa sortear unos viajes a las Bahamas entre los madrileños con camiseta para conseguir lo que el consejero de Economía del Ayuntamiento persigue: "Que la imagen de Madrid llegue lo más lejos posible".
Pero en esto no creo que sean muy exigentes los jóvenes que suelen pagar una camiseta a muy alto precio con la firma ostensible de la marca que se las vende, sin pedir nada a cambio, o las pijas de Serrano, que hacen lo mismo para llevar en su pecho la marca de prestigio con orgullo de haber podido pagarla.
A veces son los mismos que, a pesar de ser muy patriotas y estar dispuestos a dar la vida por su bandera, no llevarían por nada del mundo la enseña nacional en una camiseta; les parecería una ordinariez.
Y, en efecto, esos alardes se convierten a veces en una horterada de la que con toda seguridad están lejos nuestros diseñadores, que han huido del gusto norteamericano de acompañarse de su bandera hasta en los calzoncillos. Las estrellas de la bandera de Madrid, que no han sido motivo de inspiración para ninguno de los 16 artistas, son más iconos de cartel que, por fortuna, símbolos patrióticos.
Y tampoco creo que el oso y el madroño, viejos por rurales, pero modernos por ecológicos, hayan cautivado a los que en realidad se proponen mostrar la ciudad y no aferrarse a sus símbolos.
Si lo que se quiere es promocionar, y promocionar la marca Madrid, estamos hablando de la ciudad como negocio, que es una actividad menos conflictiva que la ciudad como patria.
Pero se trata en verdad de dos empeños. El primero, conseguir esa imagen, cuya poética no necesariamente ha de responder a la realidad tanto como al deseo, y hay que estar seguros de que la capacidad de ensoñación de una Ágatha Ruiz de la Prada, por ejemplo, puede vender al extraño no sólo la ciudad real, sino la imaginada, incluso la extravagante.
Y el segundo, convencer al mundo de que Madrid es un territorio soñado y atraer a los soñadores del mundo al lugar de las camisetas.
Pero eso no quiere decir, por lo que leo, que se les hurte la realidad de un Madrid convulso, porque el mismo David Delfín ha elegido para su camiseta el diseño de una excavadora con objeto de que la locura de las obras aparezca como una metáfora del frenesí del alcalde. Hay conflictos que se resuelven con una huida hacia delante.
Pero quizá no sería descabellado añadir un tercer empeño: que esta operación de conocimiento a través de las camisetas, además de llegar lejos, llegue cerca. Porque tal como están las cosas aquí, no estoy seguro de que nos conozcamos muy bien; un día de éstos discutirán, con un nuevo Estatuto por medio, qué es Madrid y qué son los madrileños.
Descartado ya que seamos una nación, y no porque una nación sea gran cosa, que casi todos los territorios pueden serlo, sino porque Madrid ya es capital de una, puede que a alguien se le ocurra que somos una "realidad nacional", como sucede con Andalucía.
Y uno prefiere que Madrid sea, ya puestos, y como capital de una nación de naciones, una "irrealidad nacional", en consonancia con el sueño de nuestros diseñadores. Modesto Lomba, uno de ellos, dice que las camisetas "expresan la diversidad de España que se refleja en una ciudad como Madrid".
Pero le oí decir hace unos días a Felipe González que "es tan fuerte la idea de España que a veces agobia". Y una camiseta que agobie puede ser un fracaso de ventas.
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