"Que los españoles no intenten desarmarnos"
Un comandante talibán amenaza con atacar a los militares desplegados en Afganistán
Los soldados españoles no deben intentar desarmarnos. Si lo hacen, lucharemos hasta el final y la región entera se convertirá en un verdadero infierno para ellos. Dígalo en su país". Así de rotundo se muestra el comandante talibán Abdul Ghafar Tofan en una conversación mantenida recientemente en Herat, adonde acudió a negociar con las autoridades provinciales fieles al Gobierno del presidente Hamid Karzai. Tofan, comandante de un grupo de unos 150 talibanes que operan en la región en la que se despliega el contingente español en Afganistán, es un hombre alto de semblante serio que debe de rondar los cincuenta años. Su experiencia en combate y su reputación están cimentadas en los ya lejanos tiempos de la ocupación soviética.
"Hay muchos hombres que no tienen más alternativa que luchar o perderlo todo. Hasta la lucha es mejor que nada", explica Tofan
El encuentro entre las autoridades gubernamentales y los líderes talibanes se produjo en una discreta casa del centro de Herat, a muy pocos kilómetros de la misión de la OTAN que desde mayo del año pasado encabezan los militares españoles. En un clima de desconfianza mutua, las dos partes interesadas en mantener sus cuotas de poder se mostraron cautelosas y distantes. Para evitar malentendidos y como gesto de buena voluntad, los talibanes entregaron algunas de sus armas a los representantes del Gobierno. Eran, tal vez, morteros, fusiles y explosivos con los que algunos de ellos pueden atacar a los soldados. Pero ese día tocaba mostrarse dialogantes.
A medio camino entre el bandidaje y la guerra santa, Tofan explicó así sus intenciones: "Queremos y exigimos trabajo. Si las autoridades afganas o los militares españoles nos ofrecen negocios, nosotros podremos ayudar. Es mejor para todos que cooperemos con el Gobierno. Entre nosotros hay unos 400 hombres que están muy disgustados con la nueva situación, y estamos desesperados...". Se refiere a la pérdida de poder que vislumbran tras la llegada de los soldados españoles y a la necesidad de seguir siendo "imprescindibles" en una zona que consideran propia. Por eso apuestan por una tercera vía, que no incluye ni la integración en el Gobierno ni la rendición. Una fórmula que les permita mantener su estatus de fuerza armada dominante en la región más pobre e inhóspita del país.
Tofan lidera una formación de 150 hombres y cuantifica en 700 el total de los talibanes que viven en aquel vasto territorio. "En las montañas de Badghis hay hombres armados traficando con armas y hachís a los que sólo nosotros podremos detener, ya que conocemos la zona mejor que nadie".
"El juego de Tofan es muy peligroso", señala un representante del Gobierno prooccidental de Karzai. "Vender a tus compañeros puede costarte muy caro". Y es que es fácil adivinar que todas estas reivindicaciones son una suerte de deseos más propios de un comerciante ávido de poder que de un auténtico yihadista. "El comandante se está ofreciendo como azote de sus antiguos socios, y esa apuesta es muy arriesgada".
Para los representantes de las escasas organizaciones defensoras de los derechos humanos que operan en la región, las palabras de Tofan no son sino una muestra de la desesperación de un señor de la guerra por su exclusión del nuevo marco de privilegios impuesto por el presidente Karzai. Pero el comandante replica indignado: "Se equivocan quienes nos tildan de señores de la guerra. Nuestra autoridad es presente y notoria desde hace mucho tiempo, y por mi boca tan sólo salen los deseos de muchos hombres respetados. Hay muchos hombres que no tienen más alternativa que luchar o perderlo todo, y hasta la lucha es mejor que nada". Lo dice mientras acaricia la culata de su Kaláshnikov.
Tras dos horas de charla, el encuentro con las autoridades provinciales concluye de forma serena y ceremoniosa. Los mu-lás que han acudido voluntariamente a la cita han escuchado atentamente las declaraciones de ambos lados, tratando de utilizar el islam como punto de encuentro entre hermanos musulmanes. Los milicianos que se incorporan buscan en el rostro de su líder algún signo de si la reunión ha concluido con victoria o con derrota, pero no encuentran. Tofan y sus hombres, todavía protegidos por el acuerdo de inmunidad que hizo posible la negociación, regresan escoltados a las montañas en las que esconden sus armas, cultivan cannabis y rezan a Dios.
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