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Reportaje:

Siria abre la mano a los islamistas

El régimen de Damasco acosa a la oposición laicay teje una alianza con los fundamentalistas

Ángeles Espinosa

Lina Afteh apenas había terminado de leer su poema cuando uno de los asistentes al festival de poesía juvenil de Salamiyeh denunció su atrevimiento al jeque Ali Wal Nuss. El texto responsabilizaba a Dios de permitir la pobreza y la opresión. Para sorpresa de todos en una Siria que se proclama laica, las autoridades atendieron las quejas del religioso y sancionaron a los responsables del centro cultural, uno de los cuales ha perdido su empleo. Es el penúltimo ejemplo de la peligrosa alianza que el régimen de Damasco está tejiendo con los islamistas para hacer frente a una creciente oposición laica.

"Están abriendo la mano con los islamistas para hacernos frente", explica en Damasco Anuar el Bunni, abogado y defensor de los derechos humanos, tras denunciar una reciente campaña de detenciones contra activistas de la sociedad civil (26 en los tres últimos meses, según Human Rights Watch). En su opinión, "el régimen se está parapetando detrás del islam. No dejan que crezcamos y así luego pueden decir a la comunidad internacional: esto es lo que hay si nos forzáis a democratizarnos".

Se ha inaugurado una Facultad de Sharía y autorizado la apertura de tres bancos islámicos

Ayman Abdel Nour, un miembro crítico del Partido Baaz, comparte esa percepción. "Los islamistas están ocupando el espacio que correspondería a la oposición". Mientras a los grupos laicos les es imposible organizar un mitin, ellos disponen de 8.000 mezquitas y ahora también de As Shams, el primer satélite privado de televisión en Siria. "El régimen evita el enfrentamiento con los islamistas mientras estrecha las líneas rojas que la oposición había conquistado en los dos últimos años", añade.

"Quieren aparecer ante el mundo como amenazados por Al Qaeda y dentro del país como protectores del islam", señala Ammar Qurabi, presidente de la sección siria de la Organización Árabe para los Derechos Humanos. A nadie han pasado desapercibidas las crecientes referencias a Dios en los discursos del presidente Bachar el Asad, o la prominente cobertura oficial de su asistencia a la mezquita al final del Ramadán o en el aniversario del nacimiento del Profeta.

Para Abdel Nour, las autoridades han "encontrado útil aliarse con los fundamentalistas, tanto dentro como fuera de Siria, porque comparten posiciones en asuntos internacionales, y los islamistas locales evitan mostrar sus diferencias en política interior".

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"Es un signo inquietante", apunta el opositor Michel Kilo, uno de los firmantes de la Declaración de Damasco [un manifiesto de la oposición siria, que pide un cambio democrático y elecciones libres]. "El régimen que siempre ha hablado de una modernización a la occidental y evitado la referencia a la identidad religiosa, de repente ha adoptado el lenguaje de los radicales islamistas", declara.

El incidente de Salamiyeh no es anecdótico. En los últimos meses, se ha inaugurado una Facultad de Sharía (ley islámica) en la Universidad de Aleppo, autorizado tres bancos islámicos y aprobado la apertura de las mezquitas fuera de las horas de plegaria, lo que contrasta con el cierre en marzo de un centro de apoyo a la sociedad civil financiado por la UE.

Pero, a pesar de las ayudas, la mayoría de los entrevistados muestran su desilusión con la comunidad internacional. Pocos se atreven a decir en voz alta que la presión exterior es lo único que logrará hacer cambiar al régimen. "Pueden encarcelarme por eso", confía uno de ellos mientras observa preocupado a su alrededor.

"Siempre pensé que los poetas podían decir lo que quisieran, ir más allá con sus palabras", afirma Lina, que a sus 17 años ha descubierto que hay límites. "No pienso censurarme, a pesar de lo sucedido", afirma desafiante. "Es duro, pero vamos a seguir intentándolo", apoya por su parte uno de los miembros de la junta directiva del Centro Cultural de Salamiyeh.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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