Bomba para Olmert
El conflicto de Oriente Próximo es como una tela que cuando parece que una costura está bien cosida se abre indefectiblemente por otro sitio. Si es cierto que Hamás, el movimiento terrorista que hoy forma el Gobierno palestino, cumple su alto el fuego desde febrero de 2005, siempre cabe contar con la Yihad Islámica o las Brigadas de Al Aqsa, en principio vinculadas a Al Fatah, para arruinar toda esperanza de paz.
Ayer fueron estas dos últimas organizaciones las que se atribuyeron el último atentado -tercero con Ehud Olmert, el sucesor de Ariel Sharon, en el poder- en el que murieron además del suicida, un muchacho de 17 años, nueve civiles israelíes. Y para coronar la salvajada, un portavoz del Ejecutivo palestino reivindicaba el derecho de su pueblo a "la legítima defensa". Es cierto que en Semana Santa los ataques israelíes sobre la franja de Gaza causaron la muerte de 18 palestinos, entre ellos varios niños, pero está claro que no va a ser Hamás, como tampoco pudo o quiso hacerlo el anterior Gobierno de Fatah, quien vaya a obligar a cumplir el alto el fuego. Y por ello el Gobierno en funciones de Olmert, que ayer ponderaba cuándo y cómo responder con la violencia que ya conocemos, había advertido que la responsabilidad por cualquier atentado se atribuiría a Hamás, sin reparar en sus autores nominales. Ante todo ello, la virtuosa condena del atentado pronunciada por el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, de Al Fatah, suena a letanía repetida sin posibilidad alguna de que nadie la tome en consideración.
La bomba que estallaba ayer en una cafetín de una concurrida calle de Tel Aviv coincidía con la primera reunión del nuevo parlamento israelí tras las elecciones del pasado 28 de marzo, de las que emerge una cámara enormemente fraccionada. Y allí se iniciaban oficialmente los contactos entre Kadima (el partido que fundó un Sharon en coma irreversible), que tiene 29 escaños, con un partido laborista que suma 19. Ambos están muy lejos de la mayoría en un Parlamento con 120 escaños y tendrán que buscar apoyos en la izquierda del Meretz (5), los tres partidos árabes (10) o el nuevo partido de los jubilados (6). Un complejísimo puzzle del que sólo cabe sacar una mayoría de trabajo. ¿Pero para qué? Ni la disposición de Hamás, que no condena los atentados, ni la retirada parcial que planea Olmert en Cisjordania, hacen de ello más que una cuestión puramente técnica.
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