Vivir es volver
Esta magnífica novela, experimental y minoritaria (me apresuro a calificarla así, para definirla de verdad y defenderme a mi vez) es producto de un error y de un palíndromo a la vez, el que define mejor su inspiración. Pues si "vivir es volver" -su frase fundamental- no cabe mejor definición de ella que lo que llamamos así, "palíndromo", ese sintagma que puede leerse igual al derecho y al revés, algo que Gonzalo Hildalgo Bayal -cacereño de 1950, profesor de literatura en un instituto provinciano-, nuestra mejor esperanza como narrador con la que contamos en la actualidad y autor de cuatro novelas, un libro de poemas, dos de ensayos (entre los dos el magistral Camino de Jotán, Ediciones del Oeste, 1994, sobre su fe en Sánchez Ferlosio, su maestro confesado), tres novelas cortas y un puñado de fábulas entre históricas y morales, usa y abusa con profusión, sobre todo en esta novela El cerco oblicuo, que ahora se reedita sin variación alguna. (Y la utilización del "palíndromo" llegó hasta otorgarle el título de su tercera novela, Amad a la dama, Llibros del Pexe, con la que obtuvo el Premio Extremadura de 2002 a la creación para autores extremeños).
EL CERCO OBLICUO
Gonzalo Hidalgo Bayal
Calambur. Madrid, 2005
184 páginas. 12 euros
Pero ya he dicho que este libro "palindrómico" nace de un error, o de una errata más bien, pues se trata de un empleado de una agencia inmobiliaria que responde a un(a) cliente que pide información sobre un anuncio que ofrece un apartamento "concéntrico" en alquiler, y que en verdad se trata de un lugar en realidad "céntrico" y nada más. Y así empiezan las aventuras de Severo Llatas, el agente inmobiliario, por un Madrid de los años cincuenta, que se busca y se encuentra sin parar a través de un "cerco oblicuo", en busca de la "Gloria Fernández", en la que resume su salvación pues, conforme más se acerca, más se alejará de ella indefinidamente.
En realidad, desde que exis
te (o se conforma) la literatura como tal, desde los tiempos clásicos -o neoclásicos-, existen los juegos de palabras como lo muestran algunos relatos cortos de los siglos XVII y XVIII, que crearon los primeros juegos de palabras, los anagramas, palíndromos, elipsis, aliteraciones, y otros experimentos de los que dan buen testimonio. También han sido buen campo de cultivo modernamente para humoristas, que los utilizan como burlas, y el mejor ejemplo ha sido Enrique Jardiel Poncela, que escribió relatos, definiciones y aforismos sin cuento utilizando estos experimentos. Aunque en la modernidad, el mejor ejemplo sea el del escritor francés Raymond Roussel (1877-1933), que nos dejó, póstumos, sus textos Cómo he escrito algunos de mis libros, la mejor defensa del palíndromo que he leído últimamente.
Pero los juegos de palabras de Roussel están muy lejos y van más allá de El cerco oblicuo, mucho más cerca de los ejemplos citados, en serio y en broma, de la literatura clásica española, pues si un cerco es perfecto se convierte en un círculo y ya no puede ser nunca oblicuo, pues cuando un cerco es oblicuo, será una elipse, o algo así, o en todo caso será una forma irregular, lo cual podrá encerrar un "palíndromo" o no, podrá volver sobre sus pasos, como hace esta novela haciéndose hacia delante y deshaciéndose después hacia atrás, porque si "vivir es volver" -creo que la frase es de Azorín- como en todo verdadero palíndromo vivir es verse volver y verlo y verse así indefinidamente. El encuentro entre Severo Llatas y Gloria Fernández hasta juntarse en el apartamento concéntrico creará en medio de sus paseos madrileños una realidad ilusoria, que se deshará en la segunda mitad de la novela, pues se trata de una historia de una huida de Madrid inexorable, hasta llegar a Soria o a no se sabe dónde. El resultado es esta novela vanguardista, la más experimental de su autor, que así afinaba sus procedimientos para llegar a la premiada Amad a la dama o a esa obra maestra que ya es -y no me cansaré de repetirlo- Paradoja del interventor, publicada por Ediciones del Oeste en 2004 y recién reeditada por Tusquets. Apoyada en cuatro patas inolvidables -la Biblia, Kafka (Hidalgo Bayal preparó el año pasado una edición de La metamorfosis para Akal), el Ferlosio de Yarfoz (su maestro de siempre) y la Región de Juan Benet-, Paradoja del interventor constituye, ya digo, una pieza maestra indiscutible. A ver si ahora, publicada en una edición para el gran público, alguien se entera de una vez.
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