Un día de vendaval
Es ésta la primera y estupenda novela de Antonio Jiménez Barca. Una historia absorbente, escrita con un lenguaje fecundo, capaz de sugerir mediante analogías y atinadas reiteraciones vastas profundidades de la vida humana. Son tantos los atractivos que nos hacen olvidar los posibles defectos.
Pablo, joven de 30 años, protagonista y narrador, empleado de una gestoría en quiebra, es el encargado de cobrar a los morosos con años de retraso en el pago de las facturas. Una tarea fastidiosa que, además, parece perfectamente inútil expuesta, en metáfora marítima de estirpe conradiana, así: "Como el que tapa los agujeros de una barca condenada". De esta manera, se introduce el tema de las "deudas pendientes", crucial en la novela, que se extiende metafóricamente hacia los asuntos que quedaron sin resolver en la vida personal del protagonista y su círculo de amigos doce años atrás. La sensación de desilusión y fracaso impregna las vidas que van surgiendo. El dueño y la secretaria de la gestoría son un pálido reflejo de tiempos mejores, Pablo acaba de ser abandonado por su novia y su mejor amigo de la infancia, reaparecido inesperadamente, es brutalmente asesinado.
DEUDAS PENDIENTES
Antonio Jiménez Barca
El Tercer Nombre. Madrid, 2006
301 páginas. 18 euros
La superación de estas contrariedades se presenta como un asunto épico, casi titánico, en el que el lenguaje y el sentido de las acciones de los personajes y sus motivaciones invocan el concepto conradiano de la vida y la literatura. Seres que buscan una segunda oportunidad, una tabla de salvación en medio de la desolación.
Cuando se inicia la investigación del crimen, entran en contacto los dos personajes que impulsan la narración hacia delante: Pablo y el comisario Roche. El narrador que cuenta y el policía que escucha. Un oyente que presta atención más allá de lo estrictamente necesario en una investigación criminal. "Mi profesión consiste sobre todo en escuchar", dice Roche. Así, se establece entre el protagonista y el misterioso comisario una relación curiosa. Hay en ella trazos paterno-filiales, seducción y enfados por parte del joven y afecto pero también sospechas por parte del comisario. Pero la necesidad apremiante de seguir hablando es lo que resulta fascinante para el lector. Esta conversación es el estímulo que necesitan los otros personajes para hablar a su vez. Todas las voces se reúnen finalmente en la voz única del narrador que otorga significado a todo el conjunto. La historia, que se va conociendo a medida que se reúnen los fragmentos dispersos, tiene su momento dramático culminante en un día extraño del mes de mayo en Madrid, cuando se produce un violento vendaval. Un símbolo de lo que sucede en las entrañas de los personajes. LLUÍS SATORRAS
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