Entre lo sobrecogedor y lo escondido
Hacía ya nueve años que no se programaba una Pasión de Bach en el Festival de Pascua de Salzburgo. La última vez fue precisamente la de San Juan, con Claudio Abbado en el podio y un elenco vocal encabezado por Peter Schreier, como Evangelista, y Simon Keenlyside como Jesús. La dirigida por Simon Rattle anteayer tenía como soportes vocales en ambos papeles a Mark Pardmore y Thomas Quasthoff, respectivamente, es decir, estaba asegurada una versión encomiable desde el punto de vista vocal. Y así fue. Se contaba además con la Filarmónica de Berlín y la garantía del coro Rias Kammerkonzert de Berlín. La combinación, a priori, era explosiva. Y en la práctica no defraudó lo más mínimo.
La Pasión según san Juan
De Johann Sebastian Bach. Berliner Philharmoniker. Director: Simon Rattle. RIAS Kammerchor Berlin. Con Mark Padmore, Thomas Quasthoff, Susan Griton y Michael Chance. Festival de Pascua. Grosses Festspielhaus, Salzburgo, 11 de abril. Ciclo Kontrapunkte, Sala Mozarteum. Del 9 al 13 de abril.
Llamaba la atención que Rattle dirigiese Bach, un autor poco frecuente en sus programas. Se sirvió para el continuo de órgano barroco, laúd, contrabajo y viola de gamba. Todos estuvieron a la altura del desafío. Y más que nadie el propio director inglés, que volvió a colocar a los instrumentistas de viento a su derecha, aunque esta vez no de forma exclusiva sino alternándose con algún violonchelista o contrabajista. Hechicero Rattle dialoga con los músicos, se vuelca en ellos. Su mirada posee sensibilidad a la vez que seguridad. Tiene alma de niño y de sabio.
Dirigió anteayer con un sentido fabuloso de los contrastes. Tenía a su disposición una de esas músicas para llevarse a una isla desierta, contaba con la orquesta de las maravillas sonoras y para colmo las voces le respondieron a plenitud. No lo desaprovechó Rattle. Su versión fue sobrecogedora, irresistible. Y no es extraño que, después de los maravillosos coro y coral finales, el director no bajase la batuta, invitando al público a un minuto de silencio participativo en un acto de comunicación total, y éste respondiese elevando el silencio a la categoría de música absoluta. Rattle tiene experiencia probada en la ejecución de música antigua con instrumentos originales. Anteayer apostó por la síntesis y su propuesta alcanzó cotas de genialidad y, sobre todo, de una emoción conmovedora. No lo olvidaremos nunca.
Músicas prohibidas
El Festival de Pascua de Salzburgo no se limita a la brillantez de la Filarmónica de Berlín y tiene otro tipo de manifestaciones. Una de ellas es la que con la denominación de Kontrapunkte, y con el enfoque teórico de Jürg Stenzl, está explorando este año las músicas prohibidas, del exilio o de las cloacas, especialmente de los años treinta y cuarenta del pasado siglo. Incluso se ha realizado un clarificador simposio el lunes y el martes sobre Música y resistencia. El primero de los tres conciertos de este año, con instrumentistas de la Filarmónica berlinesa, claro, en las matinales del Mozarteum, ha permitido descubrir, o al menos recrearse, en un sorprendente octeto para clave y siete instrumentos, de Hans Krása, un quinteto de Constantin Regamey, un cuarteto de cuerda de Kart Amadeus Hartmann y doce variaciones para violín, flauta, clarinete y violoncello de Wladimir Vogel.
El alto nivel interpretativo ha contagiado a un público predispuesto y entregado hacia unas músicas tan desconocidas como atractivas. El Festival de Pascua de Salzburgo no vive solamente de la excelencia interpretativa en el repertorio más asimilado sino que se permite estas indagaciones en repertorios poco o nada trillados, pero necesarios para una visión ecuánime de la historia de la música.
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