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El malestar de los médicos

Estos momentos de crispación que vive la sanidad pública me han llevado a reflexionar sobre por qué los médicos estamos tan enfadados y qué ha llevado a secundar una huelga en el sector público.

Yo llevo trabajando ininterrumpidamente en la sanidad pública desde hace 34 años, pasando por todos los estamentos: médico interno, médico residente, médico adjunto, jefe de sección y jefe de servicio. Desde hace casi tres años ejerzo de director médico en el que ha sido siempre mi hospital. Precisamente cuando el consejero Xavier Pomés me nombró para dicho cargo, en el hospital había mucha crispación: se había creado un movimiento espontáneo que elaboró un Libro Blanco que plasmaba muchas de las quejas que se han oído estos días. Curiosamente, Metges de Catalunya no estaba en esta labor. En nuestro hospital el sindicato mayoritario de médicos es el Sindicat de Facultatius Independents.

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Lo que sí está claro es que el descontento viene de hace muchos años y obedece a diversas razones. No es fácil sintetizar lo que ha llevado a la situación actual y saber por qué se ha encendido la cerilla ahora y no hace 5 o 10 años, por ejemplo. Comparto con el Colegio de Médicos que es positiva la iniciativa de la consejera Geli de crear un consejo de la profesión médica en el que estén representados médicos de los diferentes sindicatos, colegios y academias de ciencias médicas de Cataluña que representen a las sociedades científicas catalanas, e incluso yo añadiría a algún representante de las juntas facultativas de los hospitales y de órganos de representación de la atención primaria. Esto permitiría ir avanzando en solucionar muchas de las reivindicaciones planteadas por los médicos, pero tendría que quedar claro que, más que tapar agujeros, habría que coger el toro por los cuernos de una vez por todas.

De las causas del malestar existente, destacaría las siguientes:

1. La poca influencia que han tenido en las directrices institucionales los órganos de representación de los médicos (juntas clínicas y juntas facultativas) y el papel tan secundario que ha tenido la dirección médica respecto al gerente. En general, los médicos han visto a este último más como controlador del gasto que como gestor. Este modelo gerencial, que se implantó hace más de 20 años, hay que replantearlo en profundidad. Asimismo, hay que discutir quién elige al director médico. Yo, de hecho, tengo mi cargo a disposición de la junta facultativa desde el primer día.

2. Los médicos hemos percibido un empeoramiento en la calidad del trabajo por un aumento progresivo de la presión asistencial que no se ha acompañado de un aumento de recursos. La población aumenta, es más exigente, envejece, y todo ello lleva a colapsar en muchos lugares la demanda en primaria, en urgencias, en pruebas complementarias, etcétera. Además, no ha habido equidad en la distribución de recursos, ni se ha premiado la eficiencia (palabra de la que, junto con gestión, no quieren ni oír hablar buenos profesionales que conozco, por el mal uso que se ha hecho de ellas). Sí parece que se premie el factor impacto, al precio que sea, cuando hay muchos médicos que no tienen ni sitio ni tiempo para sentarse delante de un ordenador. Hay que cerrar el hiato que existe entre los gestores y los clínicos, haciendo aproximaciones por ambas partes.

3. Los salarios son bajos respecto a los de nuestros colegas europeos, cosa que se ha puesto más de manifiesto conforme más médicos viven de un único trabajo como pasa en muchos países europeos. Mi opinión es que debería incentivarse claramente la dedicación exclusiva, aunque los médicos con actividad privada podrían tener contratos con horarios que hicieran compatibles ambas actividades.

A lo que no renunciaría es a la jornada completa que se consiguió hace 20 años y que nos permitió acercarnos a los horarios habituales en Europa.

4. Está claro que hace falta mucho más dinero en el sector, como quedó claro en el informe Vilardell. Creo que aquí los políticos que gobiernan y la oposición deberían llegar a un pacto permanente del que ha de salir este dinero, porque en sanidad es muy fácil ir lanzando dardos desde la oposición (listas de espera, urgencias, etcétera), pero en el fondo todos comparten losproblemas de la financiación de la sanidad actual y futura. La descapitalización del ICS ha sido enorme durante los últimos 20 años y no había oído este discurso de apoyo y capitalización con compromiso de grandes inversiones hasta la llegada del tripartito. Por eso también me extraña que la cerilla se encienda ahora.

Finalmente, me gustaría hacer alguna reflexión sobre las huelgas en sanidad. Durante mis 34 años como médico he vivido algunas huelgas y sólo participé activamente en la de 1975, con 27 años, contra la dictadura y a favor de un contrato laboral para los MIR. Entonces nos expulsaron a 2.000 MIR de España durante dos meses (¡cómo han cambiado los tiempos!). Aparte del perjuicio importante que sufren los pacientes, dejan secuelas a veces irreparables en la relación entre los profesionales, tema que salió en la junta clínica y facultativa conjunta que celebramos la semana pasada en nuestro hospital. Por estas razones, abogo por diálogo y más diálogo.

Eduardo Jaurrieta es director médico del Hospital Universitario de Bellvitge, en L'Hospitalet de Llobregat.

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