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Reportaje:El auto de procesamiento del 11-M

"Entrad, mamones, somos enviados de Alá"

Los geos heridos en el suicidio de Leganés relataron al juez los momentos previos al estallido

Jorge A. Rodríguez

"Entrad, mamones, somos enviados de Alá". Los terroristas islamistas que el 3 de abril de 2004 fueron rodeados por la policía en un piso de Leganés (Madrid) intentaron en todo momento que los agentes del Grupo Especial de Operaciones (GEO) entraran en el piso. Pero éstos insistieron en que todos tenían que salir de la casa, desnudos y con las manos en alto. El auto de procesamiento hecho público ayer por el juez Juan del Olmo incluye el relato de los policías que rodearon el piso y de varios de los geos que resultaron heridos en la explosión que acabó con la vida de los siete moradores del piso y el asesinato del subinspector Francisco Javier Torronteras.

El relato policial sobre el suicidio del comando, incluido en el auto, arranca con la declaración de los primeros policías que llegaron a Leganés, donde "habían saltado unas tarjetas telefónicas que en principio se encontraban implicadas en los atentados del 11-M". El funcionario relata que, al poco de llegar a la calle de Carmen Martín Gaite, vieron a un joven "muy atlético" bajar una bolsa de basura, de la que sobresalían "las ramas de unos dátiles". Un grupo de policías comenzó a seguirle, pero ese joven, que resultó ser Abdelmajid Bouchar, se percató de ello y salió corriendo a toda velocidad.

Los islamistas dispararon a los agentes y Torronteras "dio la orden de gasear"
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No pudieron alcanzarle. 15 minutos después de ese hecho, "empezaron a escuchar gritos en idioma árabe; no eran cánticos, eran gritos (...) que no eran de una sola persona, eran como cinco o seis". Luego empezaron los tiros, "quizás hasta ocho", aunque luego hubo más "hacia el jardín". La zona fue rodeada y los equipos del GEO fueron llegando a la zona "escalonadamente", entre las seis y media y siete de la tarde.

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Los geos tomaron posiciones "en las inmediaciones de la entrada de la vivienda", cuenta un agente, ya que "no pensaban entrar a la casa, dado que la sorpresa la habían perdido y entrar dentro era bastante arriesgado". En el interior de la vivienda seguían "los cánticos en árabe y las alabanzas a Alá". Hasta entonces, no se había establecido "ningún tipo de comunicación ni contacto con los terroristas". A gritos, a través de la puerta, se les conminó a salir "sin ofrecer resistencia". La policía incluso buscó a un traductor de árabe, a pesar de que sabía de que los encerrados "hablan o entienden perfectamente castellano".

"Sobre las 20.58, dado que estos individuos no respondían a las comunicaciones de deponer que se les hacían (...) el GEO procede a apertura de la puerta de entrada mediante una voladura controlada de la misma, así como al lanzamiento de granadas lacrimógenas al interior". Torronteras dio orden de gasear. Los funcionarios se colocaron las máscaras antigás y lanzaron siete cargas. Dentro "se hizo el silencio". Pero los gritos volvieron enseguida, más fuerte "y más nerviosos". Mucho más.

Un agente cuenta que, ya con la puerta volada, pasó esto: "Se les intimida para que se entreguen, se les hace ver que están rodeados y que no tienen escapatoria y ellos responden con disparos y gritando que entremos nosotros". "Del piso salían balas, ya que daban en la pared del rellano", porque "no tenían ángulo directo" de disparo contra los policías.

"Ellos [los moradores]", cuenta otro geo, "insistían en que entráramos (...) dijeron 'entrad que os vamos a mandar un emisario por Alá". Torronteras insistió a los terroristas que salieran "desnudos", porque los agentes "tenían miedo de que salieran con explosivos para matarlos". Los islamistas "hablaban medio en español, medio en árabe" y les decían a los policías: "Entrad mamones, Alá es grande, somos enviados de Alá". El agente que cuenta esto último oyó a los terroristas decir que iban a mandar a "un mensajero", a lo que él mismo les contestó: "Si sale alguien, que salga desnudo".

Los geos recibieron entonces el aviso de que el hermano de uno de los encerrados había advertido a la policía de que los integristas, en caso de asalto, "procederían, como ellos denominan, a inmolarse". Torronteras, parapetado tras un escudo, estaba entonces conminado a los terroristas a salir por enésima vez. El subinspector era el único que tenía visión directa del piso. Los terroristas dijeron que iban a enviar "un mensajero". Inmediatamente después, tal y como relata uno de los geos, "se hicieron las tinieblas". Fue el estallido. La explosión mató a Torronteras y acabó con la vida de los siete terroristas. El equipo de 14 geos acabó con heridas y disperso. Uno de ellos recuerda que se sorprendió al verse "en el césped de la piscina".

Los informes de los desactivadores de explosivos, elaborados tras el desescombro de Leganés y sobre los cadáveres de los suicidas, sugiere que los terroristas tenían explosivos en el centro de un supuesto círculo que habían creado. Además, portaban más dinamita "a modo de cinturones o bolsas bomba", ya que parte de la dinamita que no estalló fue hallada "en íntimo contacto" con el cuerpo del terrorista, e incluso, en dos casos, "pegada a sus huesos".

Los informes concluyen que el estallido fue "un acto voluntario de los terroristas islámicos, que deciden suicidarse" y que, además, pensaban utilizar la dinamita "para suicidarse de manera individual, no pudiendo hacerlo por haberles sorprendido una detonación anterior". Con estos datos en la mano, quien el 4 de abril de 2004 era ministro del Interior, el popular Ángel Acebes, sentenció: "El núcleo central que perpetró la masacre [del 11-M] está detenido o muerto en suicidio".

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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