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Reportaje:ESTILO DE VIDA

¿Dé dónde surgen las corazonadas?

Una mezcla de intuición y razón conforma esa extraña sensación a la que llamamos corazonada. El filósofo Charles S. Peirce desentrañó a través de la abducción —basada en las inferencias probables, pero no seguras— el origen de estos presentimientos, que son por añadidura el origen de las hipótesis en la ciencia.

Para llegar al fondo de esta cuestión es necesario hacer referencia al filósofo estadounidense Charles S. Peirce (1839-1914). En los últimos años, su legado se aplica cada vez con más éxito en múltiples campos de la ciencia y el saber. Entre sus muchas contribuciones, Peirce dedicó su vida a desentrañar y descubrir cuál es la lógica de la ciencia. Para ello profundizó en la denominada abducción (por oposición a la deducción y la inducción). Como veremos, es la fuente de todas las corazonadas, y lo más increíble de todo es que constituye el origen primero de las hipótesis de la ciencia.

Deducción. Para Jaime Nubiola, de la Universidad de Navarra, la deducción consiste en "aplicar una regla general a un caso concreto para establecer un resultado". El ejemplo más famoso del pensamiento deductivo es el siguiente: "Todos los hombres son mortales-Curro es un hombre-Curro es mortal". Enuncia una regla general -todos los hombres mueren-, salta a un caso particular -Curro es hombre- y concluye que el pobre Curro también se morirá algún día. Poco aporta la conclusión final, pues sólo explica lo anterior. ¿Qué podíamos esperar de Curro, si era hombre? Que algún día moriría.

La ventaja de la deducción es que va de lo general a lo concreto para predecir el futuro. "Si tiro un huevo al suelo se romperá". Permite a los científicos realizar predicciones, como a qué temperatura hierve el agua o a qué velocidad y potencia se eleva un avión de un determinado peso.

Inducción. Funciona al revés: de lo concreto a lo general. Las frases anteriores en diferente orden resultarían: "Curro es un hombre-Curro es mortal-todos los hombres son mortales". No afirmamos que todos los hombres sean mortales sólo en base al deceso de Curro; llevamos bastantes años viendo morir a todos aquellos que son hombre o mujer. Así se enuncia una regla general: todos los hombres son mortales. La ciencia observa primero casos concretos, cuyos resultados se repiten de forma sistemática; de esa inducción surge una regla general, y de ésta, la deducción futura.

¿Qué papel desempeñan las corazonadas? ¿Son inducciones o deducciones? En diciembre del año pasado, un empresario murciano tuvo la corazonada de que el premio gordo de la lotería de Navidad caería en Monforte. Para asegurar el tanto compró todos los décimos (500) de la administración de lotería de la población. No le tocó nada. La pregunta es: ¿qué mecanismo lógico llevó a una persona a formular tal hipótesis?, ¿cómo se produce una corazonada, resulte después acertada o no?

Abducción. Es la gran contribución de Peirce: más allá de la inducción o la deducción existe una tercera posibilidad, la abducción: inferencia probable, pero no segura. Nueva versión de las frases de Curro: "Todos los hombres son mortales-Curro es mortal…-Curro es un hombre". No es necesariamente cierto. ¡Curro podría ser mi perro, que se llama Curro! Que todos los hombres sean mortales y Curro también lo sea constituye una casualidad que hace posible que él sea una persona. Una regla general presenta un resultado, y se da por sentado un caso concreto que no tendría por qué ser cierto. Es un pensamiento basado en la probabilidad. ¿Y de qué sirve?

Abducción, ciencia y corazonadas. La abducción permite a los científicos formular hipótesis que contrastarán con sus ensayos. "A la abducción le corresponde el papel de introducir nuevas ideas en la ciencia. La creatividad, en una palabra", siguiendo a Nubiola. Es absolutamente cierto: relacionar cuestiones no necesariamente vinculadas es una función de la creatividad. Se trata de una mezcla de intuición y razón, esa extraña sensación que llamamos corazonada, que no es más que un tipo particular de creatividad.

Corazonadas lógicas. Cuando Fleming descubrió la penicilina hizo la siguiente abducción: "Ningún científico ha descubierto una sustancia que destruya los estafilococos-los científicos no han observado en el microscopio los cultivos bacteriológicos con moho porque ya no sirven-el moho puede ser una sustancia libre de estafilococos". ¡Es absurdo! Los científicos tampoco miraron sus cultivos con anteojos desde kilómetros de distancia, ni a las hormigas con las bacterias. ¿Por qué Fleming se interesó justamente en los que tenían moho? La respuesta: una corazonada.

Parece que exista un criterio de origen desconocido que descarta millones de posibilidades y empuja a nuestro cerebro a elegir entre sólo unas pocas, aquéllas entre las que se hallará la solución al problema. De algún modo, podríamos decir que las corazonadas tienen un trasfondo lógico.

La lógica de las corazonadas. Peirce apunta la siguiente idea para explicar la racionalidad que se esconde tras una corazonada: cuando pensamos, nuestra tendencia es replicar de forma intuitiva la estructura intrínseca de la naturaleza que nos rodea. Ello permite tener corazonadas como la de Fleming; buscamos allí donde tiene sentido buscar. Algo que podría explicar el nexo común existente entre nuestro intelecto y la naturaleza es un mismo Creador. Si Dios es el creador del universo y fuente de todas nuestras capacidades cognitivas podría explicarse nuestro elevadísimo grado de acierto a la hora de formular hipótesis y experimentar corazonadas.

Cuatro increíbles conclusiones

Uno. Que —casi— toda evolución científica debe arrancar con una corazonada: una investigación tiene su punto de partida en una abducción (una hipótesis sustentada en una inferencia imperfecta).

dos. Que siempre se había dicho que la ciencia era una amenaza para la religión, y que, cuanto más avanzase la ciencia, más difícil sería creer en Dios. Bajo la óptica de Peirce, es precisamente el avance científico lo que acabará demostrando que provenimos de un dios, y que, por ende, éste —o Éste— existe.

Tres. Que la afirmación anterior, formulada por Peirce, no es más que otra abducción; en este caso, del tamaño de la copa de un pino.

cuatro. Que lo más increíble de su tamaña abducción es que, después de todo, tiene muchísimo sentido…

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