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Gaviria y el trauma del narcotráfico

El director colombiano estrena 'Sumas y restas', sobre las entrañas de la mafia en los 80

A los años en que el narcotráfico empezó a pudrir parte del tejido social de Colombia, y a sus primeras mutaciones en narcoterrorismo ha ido el cineasta Víctor Gaviria (Medellín, 1955). Es la década de los ochenta. Los años de Sumas y restas, como ha titulado su tercer largometraje este poeta, narrador y realizador, cuya película se estrena hoy en Madrid, Barcelona y Sevilla. Vuelve así a filmar el lado marginal de sus compatriotas. Lo hace después de Rodrigo D. No futuro (la vida de los niños sicarios) y La vendedora de rosas (el drama de las niñas que sobreviven en la calle).

"El cine es un arte de la grabación del presente", ha afirmado el director, a quien la Casa de América de Madrid dedicó el ciclo Víctor Gaviria. Los márgenes al centro, y se ha editado un libro homónimo escrito por Jorge Ruffinelli que analiza su obra. Y asegura que no le interesa hacer cine de entretenimiento, sino "como registro de la realidad para comprender mejor dónde estamos".

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Sumas y restas cuenta el drama que ha marcado la historia reciente de Colombia. Y Gaviria sigue fiel a dos características como director: trabajar con actores naturales que de una u otra manera conocían o habían vivido el problema ("Me gustan estos actores porque saben de qué están hablando y dan más verosimilitud a la actuación") y a no hacer juicios morales ni éticos de los personajes y situaciones descritas ("Es una mirada descriptiva y algo compasiva").

El filme cuenta la historia de un hombre que en 1984 termina embaucado por narcotraficantes hasta quedar atrapado en una tela de araña que lo llevará a su caída personal y social. El trauma generado por el cartel de Medellín, que no ha desaparecido, lo vivió Gaviria de cerca. ¿Cómo hacer cine con un tema tan próximo, y casi en tiempo real? "La distancia se puede tomar de un día para otro. El cine es un arte extraordinariamente capaz de hablar del hoy; es una combinación de una intención subjetiva con una objetiva como es la cámara. Ya lo decían los neorrealistas italianos". Es más, Gaviria considera que "el conocimiento de la historia tiene que ser hoy. Los historiadores no sólo tendrían que estar buscando el pasado, sino que deben tomar el pulso del presente". Deja claro que la violencia en su cine no es gratuita ni busca con ella el sensacionalismo. Aparece porque "la violencia es una expresión de la exclusión".

Aunque no olvida que ante todo es poeta. "Siempre trato de que mis películas muestren la poesía en lo más cotidiano y terrible".

Víctor Gaviria, en Madrid.
Víctor Gaviria, en Madrid.LUIS MAGÁN

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