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Tribuna:Corrupción en Marbella
Tribuna
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Marbella, Marbella ¿Quo Vadis?

En tiempos del franquismo, los señores encargados de la censura en los medios de comunicación social, de mentes un tanto retorcidas, cuando no enfermizas, dicho sea con una gran generosidad, no permitían, por ejemplo, que se publicaran los records de los atletas soviéticos por ser tal vez descaradamente rojos o que se exaltara en exceso el ambiente ante los partidos entre los "eternos rivales" pertenecientes a diferentes regiones por atentar a la unidad de España, ni pasarse en las críticas a los árbitros por dañar ello al principio de autoridad.

Si se permitían las críticas en las crónicas municipales, más no para denunciar las corrupciones que con frecuencia tenían lugar y que de boca en boca corrían entre los ciudadanos, al ser de todos conocido, sino para referirse por ejemplo a las farolas del parque o a los baches o socavones en las calzadas. Poco más.

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Pues bien. Sólo a una herencia e influencia franquista en los hábitos y costumbres -la autoridad cualquiera que sea su categoría siempre tiene razón, tal era el mensaje-, se puede atribuir, no ya el retraso en actuar de la Administración de Justicia -de la que forma parte el ministerio público, siéndole a él aplicable lo que a él correspondía- en los casos de corrupción municipal en Marbella, sino, además, su silencio cuando no inhibición o benignidad ante las denuncias procedentes de esa ciudad. Impresión daba de que había temor a proceder contra sus munícipes, como en la dictadura fascista, lo que no deja de ser doloroso.

Recordemos en primer lugar las denuncias contra los métodos, que no pocos tildaban de fascistas, utilizados según las crónicas para fulminar de sus calles de una manera indigna y atentatoria contra los derechos humanos, a homosexuales y prostitutas, bajo la argumentación de Gil y Gil de convertir a Marbella en la ciudad más segura de España. Pues aquí paz y despues gloria. No nos olvidamos de las mafias que allí se han instalado.

Se pretendió, lo que no dejaba de ser escandaloso, celebrar los Plenos en una empresa de Gil, quien pronto comenzó a visitar juzgados, pero él, sí que en un principio entraba por una puerta y salía por otra. Sensación había de impunidad.

Recordaremos siempre su imagen de un casi desnudo de cintura para arriba, en el Palacio de Miramar, templo de la Justicia en la provincia. Todo un desafío. Y cómo desde una emisora de radio, calificó a los fiscales anticorrupción Jiménez Villarejo y Castresana, de hijos de puta, persiguiendo con ello una querella de ambos y tener así que abstenerse de seguir conociendo del asunto que le estaba ya cercando. Cerco que cada vez se estrechaba más.

La Justicia, por fortuna, si bien a veces tardíamente, sabe reaccionar. Y bastó que la labor de esa Fiscalía y la de un juez gallardo, al que los gilistas hacían la vida imposible, actuasen con seriedad y rigor, para que la veda se levantara. Ingresó en prisión. Y dejó su gran legado a sus herederos. Continuarían despues de las suyas, las condenas a su sucesor en el cargo, enfrentado a otros catorce procedimientos pendientes todavía de ser resueltos, como procedimientos penales afectan a dieciocho de los veintisiete ediles, encabezando las prisiones provisionales la actual alcaldesa. Se dice pronto. Se ha pasado en estos años de una Marbella admirada por todos, a la Marbella del asfalto, el cemento y el chapapote de unos cuantos, dando lugar a la corrupción generalizada.

Un magnífico fiscal malagueño y otro gallardo juez, se encuentran ahora al frente de la Operación Malaya, contando con una policía que demostrando está su gran eficiencia. Cabe desearles a todos ellos mucha suerte para que la instrucción sea perfecta y que en un no lejano tiempo, pueda pronto concluirse y celebrarse un buen juicio oral, con garantías por supuesto para todos los implicados, comenzando en estos momentos por el de su presunción de inocencia, aunque por lo que los medios de comunicación -hoy sí, con plena libertad de expresión e información-, nos trasladan, si al final se confirma lo que todos nos tememos, negro porvenir les espera, aunque tal vez blanco sea para Marbella.

Hemos todos de reflexionar sobre lo acaecido estos años en esa ciudad para sacar las más correctas conclusiones. Cuanto mayor era la velocidad a la que la corrupción galopaba, sus ciudadanos cocedían mayorías absolutas a quienes el tiempo ha demostrado que no las merecían. Aprendan bien la lección y ejerciten bien el derecho al voto en lo sucesivo.

Y los partidos políticos de implantación nacional, mucho han de meditar sobre lo allí acontecido, sin que cuando hubo convocatorias ante las urnas, fueran capaces de impedir la victoria de quienes hoy son los grandes protagonistas de las más tristes páginas marbellíes.

Me gustaría que todo fuera una pesadilla, un mal sueño y por tanto que nada hubiese ocurrido. Con ese deseo de dormir tranquilo.

Juan José Martínez Zato ha sido Vocal del Consejo General del Poder Judicial y Teniente Fiscal del Tribunal Supremo.

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