Flaco favor
Constato con gran alivio en Babelia que la novela Una palabra tuya, de Elvira Lindo, ha sido seleccionada entre las cinco mejores del año por la Fundación J. M. Lara. Hace cosa de una semana me quedé perpleja al leer una carta en la que una experta en literatura tachaba las columnas de Lindo de misóginas. Afortunadamente, un poco más arriba, ese mismo día EL PAÍS publicaba un artículo colectivo que, bajo el título Las otras feministas, venía a dar un varapalo a aquellos que como dicha experta perseveran en hacer de las mujeres víctimas y de los hombres verdugos por definición.
La profesora de literatura, según informaba EL PAÍS, acaba de publicar una historia de la misoginia entre nuestros autores, y prácticamente la totalidad de literatos y, lo que es más penoso, de literatas notables entran en la lista de inculpados. No se salva nadie, ni siquiera autoras a las que la experta confiesa admirar, como Martín Gaite. Es curioso que esto no le haga dudar de su definición de misoginia, quizá error de partida de su hipótesis. Por suerte, parece que se limita al panorama español, porque si no ¿qué diría de Maitena?
Ser mujer hoy es un asunto complejo, delicado y, sobre todo, muy contradictorio, como lo demuestran sendos artículos en EL PAÍS del pasado domingo, uno sobre los derechos de las mujeres que ejercen la prostitución y otro sobre la somalí Ayaan Hirsi Ali y los derechos de las mujeres musulmanas. Pero lo más difícil de todo es hacérselo comprender a la sociedad, particularmente a los hombres que nos rodean. Afortunadamente, gente como Lindo o Maitena se ocupan cada semana de que otros se pongan en nuestro lugar, aunque sólo sea por un instante, en ese lugar de manifiestas y esquizofrénicas contradicciones que nos tienen a tantas mujeres serias y de bien en "permanente estado depilatorio", según las irónicas palabras de la intransigente historiadora de la misoginia que tan flaco favor nos hace.
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