El orgullo de los Mendoza
Si estas piedras hablaran, hablarían de Pedro González de Mendoza, que dio su vida para salvar la de Juan I en Aljubarrota (1385), ganando así para sus sucesores el señorío de Manzanares. Hablarían de su hijo Diego Hurtado de Mendoza, el almirante de Castilla, que construyó el castillo viejo, aquél cuyas ruinas se ven a la salida del pueblo, no más cruzar el río, junto a las lápidas rotas del antiguo cementerio.
Hablarían de su nieto Íñigo López de Mendoza, el famoso marqués de Santillana, que aquí se inspiró un montón: "Por todos estos pinares / nin en el Val de la Gamella, / non vi serrana más bella / que Menga de Mançanares". Nos hablarían, en fin, de su biznieto Diego Hurtado de Mendoza, que levantó a finales del siglo XV este castillo, el nuevo, con las piedras del viejo, las mismas piedras que, si hablaran, no pararían de hablarnos de los Mendoza.
No sólo es el castillo medieval mejor conservado de Madrid. También es el que goza de un más bello emplazamiento: en la falda de la Pedriza, atalayando la amplia nava donde finge mar el embalse de Santillana (un sitio que, con menos agua, ya encandiló a Felipe II, que estuvo en un tris de plantar encima el monasterio de San Lorenzo). Y es, además, el más simbólico, entre otras cosas, porque aquí se constituyó en 1982 la Asamblea de Parlamentarios de Madrid y se nombró la ponencia redactora del Estatuto de Autonomía.
La cuna de Madrid -del autonómico, se entiende- mide algo más de 30 metros de lado, tiene cuatro torres en las esquinas y un elegante patio central con doble galería de arcos carpaneles apoyados sobre columnas octogonales.
Por este patio, y por la abundancia de elementos decorativos, se nota que el castillo fue pensado más para un uso palaciego que militar, cosa lógica si se considera que el moro estaba a la sazón arrinconado en Granada y que la nobleza, antaño tan levantisca, comía hogaño de la mano de los Reyes Católicos.
Una curiosa vista del patio, casi cenital, es la que se obtiene desde el adarve. Desde esta posición elevada también se descubren los restos de la ermita románico-mudéjar de la Virgen de la Nava, del siglo XIII, que fue absorbida por el castillo.
Además, se ven, con todo detalle, las torretas profusamente adornadas con bolas y molduras, y a sus espaldas, las canchas pedriceras que corona, completando este cuadro medieval, la peña del Yelmo.
Sobre la fachada sur, se halla la joya del castillo, el Paseador de Juan Guas, así llamado en honor del arquitecto que diseñó esta galería de estilo gótico flamígero, cuyos arcos, decorados con tracerías ojivales, enmarcan un panorama inolvidable: los cerros de Cabeza Illescas y San Pedro, las fresnedas tachonadas de vacas y cigüeñas y el azogue del embalse que en 1908 obró el genio emprendedor de uno de los últimos marqueses de Santillana.
Vinos, artesanía y arqueología
- Cómo ir. Manzanares el Real dista 53 kilómetros de Madrid por la autovía de Colmenar Viejo (M-607), tomando la M-609 pasado el kilómetro 35 y luego la M-608 a mano izquierda. Hay autobuses de Herederos de J. Comenarejo (teléfono 91 359 81 09).
- Visita. Castillo de Manzanares el Real (teléfono: 91 853 00 08): abre todos los días, excepto lunes, de 10.00 a 17.10; entrada, 2 euros.
- Comer. Rincón del Alba (teléfono 91 853 91 11): mariscos y pescados a la plancha; precio medio, 35 euros. Parra (teléfono: 91 853 95 77): carne del Guadarrama y asados, 30 euros. Casa Goyo (teléfono: 91 853 94 84): cocina tradicional, 25-30 euros. La Fundición (teléfono: 91 852 70 79): fondues y raclettes, 20 euros. Cinco Herraduras (Tel.: 670 74 33 95): parrillada argentina, 15 euros.
- Dormir. Parque Real (Tel.: 91 853 99 12): cerca del castillo, 61 euros. Hotel Rural la Pedriza (teléfono: 91 852 89 00): suites con hidromasaje, doble, 51-85 euros. La Escala (teléfono: 600 45 07 41): casa rural con vistas a la Pedriza, 60-75 euros.
- Actividades. Cinco Herraduras (teléfono: 670 74 33 95): rutas a caballo.
- Más información. Oficina de Turismo de Manzanares (Plaza del Pueblo, 1; teléfono: 91 853 00 09).
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