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Reportaje:

Viejas puertas habaneras

Recorrer las calles de La Habana antigua es mirar cara a cara al tiempo. Sin maquillajes. Sin subterfugios. Las viejas casonas de paredes desconchadas, en las que las sucesivas capas de pintura y humedad forman los mapas cifrados de un pasado confuso, vibran hoy con las voces chillonas de sus actuales habitantes. Parece que se caen de viejas, pero subsisten pese a todo. Muchas de las decrépitas casonas quedaron fuera de los planes de modernización. Las reformas improvisadas que han ido haciendo los inquilinos durante décadas le imprimen a muchas de estas casas un carácter inigualable. Se puede seguir una ruta singular a través de esas calles, en busca de las claves de cierta estética del deterioro.

Es lo que ha hecho el arquitecto Daniel R. Taboada Espiniella, que trabaja en conservación del patrimonio inmueble desde 1964 y es miembro de la Comisión Nacional de monumentos de la Ciudad de La Habana. Más allá de las posibilidades de restauración de muchas de las joyas arquitectónicas de la capital cubana, ha realizado una labor de búsqueda y clasificación de las puertas y portales, tanto de la arquitectura doméstica como la civil, militar, religiosa o industrial. Según Taboada, las portadas de estos edificios son el elemento arquitectónico más sobresaliente y, gracias a su evolución, pueden realizarse estudios más completos de los estilos de cada época.

El libro Otras portadas de La Habana (2005) recoge imágenes de 129 puertas habaneras clasificadas en cuatro periodos: el primitivo (siglo XVI, estudiado pero no documentado por falta de ejemplos), el formativo (XVII), el barroco (XVIII) y el neoclásico (XIX). Basado en el trabajo que hace 44 años realizó el profesor Joaquín E. Weiss (Portadas coloniales en La Habana), Taboada ha ampliado notablemente el catálogo, reforzando su valor con fotografías de calidad realizadas por Julio A. Larramendi.

Según Taboada, las portadas más espectaculares son las que se realizaron en la segunda mitad del siglo XVIII, época en la que floreció el estilo barroco colonial cubano, y la segunda mitad del siglo XIX, periodo en el que destaca la elegancia del neoclásico colonial cubano. Sólidos portones de maderas autóctonas que podrían pasar inadvertidos o ignorados por su mal estado, pero que viéndolos con atención representan en sus detalles las modas de cada momento.

Lo curioso en muchas de las puertas reunidas en ese trabajo es que, además de observarse las huellas y estilos de la construcción original, se aprecian con frecuencia modificaciones modestas para los nuevos usos de la casa, creando pastiches originales con rasgos kitsch.

La investigación de este ar-

quitecto no sólo sirve a la historia y a los estudios técnicos o estéticos, es también un ejercicio de memoria. Para el autor del libro, la ciudad son sus fachadas tal como las recuerda el paseante, que las va archivando en sus recuerdos. Y, de la fachada, es la puerta o portón el que mejor se fija en su mente, como un rostro, como un semblante conocido. Por tanto, este libro es también una especie de álbum familiar, por el que desfilan las puertas-retrato de cubanos de varias generaciones. Con sus rasgos, sus vivencias, carencias y también antiguas grandezas.

Exótica solución a la portada de la calle del Teniente Rey, 365, en La Habana.
Exótica solución a la portada de la calle del Teniente Rey, 365, en La Habana.

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