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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¿Genialidad o estafa?

Javier Ocaña

Prolífico, polémico, poderoso, pretencioso. Para algunos, un artista, el último gran descubrimiento del cine oriental. Para otros, una estafa, la última demostración de que parte de la crítica internacional se empeña en vender al público un nuevo genio oriental cada par de años y eso es poco menos que imposible. Es el coreano Kim Ki-duk, el director que provocó desmayos (literal) con sus anzuelos vaginales en La isla, la obra que le consagró en el ámbito cinéfilo, y que, desde entonces, a un ritmo de más de una película al año, se ha hecho con una legión de fanáticos casi tan grande como la que forman sus detractores. Con El arco, estrenada en el Festival de Cine de Cannes de 2005 y que hoy llega a España, quizá se demuestra que el equilibrio puede estar en un punto intermedio entre la genialidad y el desastre.

EL ARCO

Dirección: Kim Ki-duk. Intérpretes: Han Yeo-reum, Jeon Seong-hwang, Seo Si-jeok, Jeon Gook-hwan. Género: drama. Corea del Sur, Japón, 2005. Duración: 90 minutos.

Ki-duk ambienta de nuevo su historia en un espacio aparentemente abierto que, sin embargo, por las circunstancias vitales de los personajes, mantiene a éstos encerrados en una cárcel existencial que les imposibilita moverse con libertad. Las relaciones de poder entre un adulto y una joven presiden una película en la que el amor, el sexo y la perversión se unen en un mapa doméstico tan aparentemente perturbador como, en el fondo, simplista. En el relato del viejo que mantiene secuestrada a una joven en su barco desde que ésta tenía siete años hay un punto de partida original y atractivo, pero su desarrollo en los dos primeros tercios de metraje se presenta algo plano y demasiado reiterativo.

Amor y sacrificio

Junto a imágenes innegablemente poderosas, El arco posee una fotografía horrorosa y una música deficiente, que da la impresión de estar creada con un sintetizador casero en unas cuantas tardes de trabajo, aspectos que terminan componiendo una factura técnica de lo más irregular.

Eso sí, el último tercio de la historia levanta bastante el vuelo con el doble acto de amor y sacrificio que realizan sus personajes. Es en esta concluyente media hora cuando por fin aparece la poesía inmersa en ciertos pasajes de sus anteriores películas; cuando la cadencia en la sucesión de secuencias y la duración de cada plano parece la correcta, y no una mera excusa para alargar una película cuya anécdota principal, en condiciones normales, no llegaría a ocupar más que el tiempo de un mediometraje.

Con El arco se tiene la sensación continua de que se trata de una gran idea desaprovechada por un desarrollo minimalista en exceso. El director logra impresionar en esporádicas escenas, pero en ningún momento se alcanzan las cotas logradas con Hierro 3 (2004), sin duda la mejor película del tan interesante como sobrevalorado Ki-duk.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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