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Reportaje:

Viaje al feudo del caudillo peruano

Ollanta Humala, favorito en las elecciones presidenciales del 9 de abril, regresa a la zona donde se alzó contra Fujimori en 2000

Fernando Gualdoni

El nacionalista Ollanta Humala encabeza las encuestas a 10 días de las presidenciales de Perú. Con esas calificaciones, como quien regresa a su hogar tras haber triunfado, el ex teniente coronel vuelve a Tacna, la última ciudad peruana antes de pasar a Chile. Muy cerca de allí, en Locumba, en octubre de 2000, al mando de 69 reclutas, se sublevó contra Alberto Fujimori. Tacna es el corazón del movimiento de un candidato cuya vida política comenzó hace apenas 11 meses y cuya familia pone los pelos de punta a muchos peruanos.

Su hermano Antauro está en la cárcel por la asonada contra el presidente, Alejandro Toledo, en enero de 2005. Otro de sus hermanos, Ulises, se postula para la presidencia con un partido ultranacionalista que recoge las ideas radicales y racistas del padre, Isaac Humala. La familia, su militarismo y su falta de experiencia han sido sus flancos más cuestionados por sus principales rivales: la candidata de Unidad Nacional, Lourdes Flores (derecha), y el del Partido Aprista, Alan García (socialdemócrata).

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A pesar de la dureza de la campaña, el líder de Unión por el Perú (UPP) llega con aire optimista al aeropuerto de Tacna. Es lunes y una multitud enfervorizada que enarbola banderas peruanas e indígenas lo espera en esa ciudad del desierto de Atacama. Uno de esos seguidores es Ernesto Donoso, jubilado de 68 años y padre de tres hijos, uno de ellos militar. "No podemos más con la corrupción, con la avaricia y el desprecio con que nos trata la clase política tradicional. Un legislador gana 30.000 soles [7.500 euros] al mes y un maestro sólo 1.500 soles". "Son unos sinvergüenzas", interrumpe Alejandrina Contreras, "que se bajen los sueldos, como en Bolivia con Evo". "Mi hijo militar dice que están con Ollanta", añade Donoso. Militares y policías podrán votar este año por primera vez.

Por la noche, en el mitin, la parafernalia castrense lo invade todo. Los llamados "reservistas", muchos ex combatientes contra la guerrilla de Sendero Luminoso y en la guerra contra Ecuador (1995), vestidos con una camiseta negra con inscripciones en amarillo y pantalones de combate, se ocupan de la seguridad del Comandante. Los hay de todas las edades, unidos por la sensación de que el Ejército es el único lugar donde no se han sentido excluidos.

Organización caótica

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Félix Picona tiene 24 años y fue uno de los ex soldados que en 2000 partieron de Tacna para unirse a Humala en Locumba. "Ollanta es el mismo que entonces. Nos prometió una nueva república para la nueva generación y lo hará", dice. La organización era bastante caótica. "Hacemos lo que podemos, son todos voluntarios", se justifica Martín Belaúnde, el jefe de campaña, sobrino del que fuera dos veces presidente peruano, Fernando Belaúnde Terry. "En mi barrio no entienden que un chico como yo, de clase media alta, me haya unido al proyecto nacionalista", explica.

El Comandante, que en junio cumplirá 43 años, también es de origen burgués. Es el segundo de siete hermanos de una familia ayacuchana de tradición militar formada por Isaac Humala y Elena Tasso. El padre fue militante comunista y es el ideólogo fundador del etnocacerismo, una doctrina que exalta el pasado incaico. Isaac les puso a sus hijos nombres como Pachacutec, Ima Sumac, Cusicollur o Antauro. El de Ollanta significa "el guerrero que todo lo mira". Estudió en un colegio privado en Lima y entró al Ejército en 1982. Tras sortear la prisión por la asonada contra Fujimori, estudió Ciencias Políticas en la Pontificia Universidad Católica, donde también se licenció su esposa, Nadine, de 29 años, con la que tiene dos hijas. Reingresó al Ejército para pasar unos años como agregado militar en las embajadas en París y Seúl, hasta que lo dejó todo por la política en 2005, inspirado por Juan Carlos Mariátegui, el padre del socialismo peruano, y la doctrina de Juan Velasco, el militar y político que derrocó a Belaúnde Terry en 1968, nacionalizó el sector petrolero, puso en marcha la reforma agraria y ocupó la presidencia hasta 1975.

Ya en la zona del mitin, Juvenal Ordóñez, candidato al Congreso, espera tan ansioso a Ollanta como la primera vez. Ordóñez era alcalde de Ilabaya en 2000, la localidad donde el ex teniente coronel se rindió tras el levantamiento contra Fujimori. Es un hombre tranquilo que desentona en la vorágine de la fiesta electoral: "Es el mismo militar comprometido que todo lo cuestionaba".

Su capacidad de gestión, como la de muchos otros candidatos del movimiento, es cuestionada por la opinión pública. El partido presentó su programa hace un mes y aún no se sabe nada de los posibles miembros del Gabinete. Se conocen los dos candidatos a la vicepresidencia: Gonzalo García Núñez, director en el banco central, y Carlos Torre Caro, amigo y abogado de Humala, que no despierta muchas simpatías.

Chaqueta verde de algodón, camiseta roja, pantalón vaquero y zapatos negros, Humala sube al escenario. Más de 10.000 personas lo ovacionan. Saluda y se pone en la mano en el pecho para escuchar el himno peruano. Todos lo imitan. Con voz desgarrada, propone acabar con la corrupción, mejorar la sanidad y la educación y construir un país sin diferencias de razas y clases. Dice que no le gusta prometer, pero asegura que revisará los contratos firmados con las empresas extranjeras, y que quiere un Ejército "sólido y físicamente disuasivo". Volteándose hacia las cámaras de televisión, remata: "Me temen porque dicen que soy un peligro para la democracia. Pero si llaman democracia a la de los ricos, a la que estamos viviendo, entonces me siento orgulloso de ser un rebelde".

Al día siguiente la improvisada caravana abandona Tacna hacia el norte. Los coches de los simpatizantes aparecen en cada intersección a toda velocidad, cruzándose con temeridad por delante del todoterreno de Humala. Pasa por Locumba, pero apenas se detiene y en el puerto de Ilo da un breve discurso. El paisaje urbano es pobreza allí donde se mire y el desierto, desolador. La caravana aparece por fin en Moquegua, la ciudad donde nació su ídolo Mariátegui, para cerrar un periplo de más de 200 kilómetros por unos pueblos con poca fuerza electoral, pero que para Humala significan mucho. Aquí nació como político.

Ollanta Humala, junto a su esposa, Nadine Heredia (segunda por la derecha), y dos partidarias, el martes en Moquegua.
Ollanta Humala, junto a su esposa, Nadine Heredia (segunda por la derecha), y dos partidarias, el martes en Moquegua.REUTERS

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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