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La reforma del Estatuto
Columna
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El enfrentamiento por bandera

Las apariencias engañan. Y si bien Julián Álvarez irrumpe en la política andaluza como una "cara nueva" tiene tras de sí una amplia experiencia basada, hasta ahora, en el municipalismo y en su condición, durante ocho años, como alcalde de la localidad sevillana de Écija. Dos mandatos en los que estuvo acompañado por el PP y durante los cuales libró una feroz y continua batalla contra los socialistas. Pero las beligerancias venían de largo.

Considerada la ciudad como un tradicional bastión andalucista, Álvarez se curtió en ese clima permanente de choque frontal. Un proceso que vivió en carne propia cuando su padre Julián, un histórico del andalucismo, llegó también a ser, con anterioridad, alcalde del pueblo. Eso le valió a ambos ser objetivo prioritario de una dura oposición del PSOE. El resultado de tanta confrontación se percibe todavía en la actualidad con un clima de crispación permanente que roza, incluso, el enfrentamiento físico entre los andalucistas y los socialistas, tal y como ha podido comprobar el actual alcalde, Juan Wic, del PSOE, quien el pasado 28-F fue objeto de un intento de agresión.

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Así las cosas, no debe extrañar, tampoco, que el actual secretario general del PA tenga en su haber varias sentencias y resoluciones judiciales condenándole por persecución política y sindical, como se encargan de recordar en el PSOE ecijano, así como todos los sindicatos, sin excepción. Todavía le quedan por la vía penal otros procesos por este mismo concepto: "Hacer la vida imposible a todos aquellos funcionarios o trabajadores municipales que fueran o estuvieran próximos a nosotros", explica un viejo dirigente de este partido en la localidad. Del "guerracivilismo" existente en ese Ayuntamiento puede dar buena cuenta, igualmente, la oficina del Defensor del Pueblo Andaluz, donde se acumulaban las denuncias en este mismo sentido, o el mismo alcalde Wic, quien alarmado vio que un juzgado trataba, por error, de embargarle su sueldo por el incumplimiento, por parte de Álvarez, de una sentencia a cuenta de su gestión al frente del Ayuntamiento astigitano.

Sin transición previa, Álvarez dio el salto a la política andaluza tras perder la alcaldía. Se zafó como pudo de la idea de que era el "protegido" de Alejandro Rojas-Marcos, para lo que, hábilmente, nada más llegar a la dirección del partido, convocó elecciones primarias, ganándose así su designación como próximo candidato a la presidencia de la Junta. Pero la sombra del fundador del PA es alargada y, recientemente, el veterano político advertía a Álvarez que, en este proceso estatutario, los andalucistas tenían la llave para que pudiera salir adelante el texto, a pesar de su escaso peso específico dentro del Parlamento, con sólo cinco diputados. Sin atisbo alguno de entendimiento previo con el PSOE, pues no tiene esa cultura, y con el aviso del "jefe" sobre la supuesta posición de privilegio con la que parten los andalucistas, a Álvarez sólo le quedaba un camino: la ruptura, para así acentuar más su perfil nacionalista. Dicen los andalucistas que nada tienen que perder, que cuentan con un 5% fijo de apoyo de los ciudadanos. Todavía no se han parado a evaluar qué coste puede suponerles la pérdida de credibilidad y de capacidad de interlocución ante los andaluces.

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