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Elecciones en Israel
Columna
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Israel con la OTAN

Andrés Ortega

Dos prestigiosos analistas estadounidenses, John Mearsheimer y Stephen Walt, han provocado una polémica en Israel y en Washington con un informe -El lobby israelí y la política exterior de EE UU, publicado por la nada sospechosa Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard- que concluye que el "apoyo inquebrantable" de Washington a Israel y el impulso a la democracia en Oriente Próximo han soliviantado a la opinión árabe e islámica y "puesto en peligro no sólo la seguridad de Estados Unidos sino la de gran parte del resto del mundo". El diario Haaretz se ha tomado muy en serio este documento, y ha señalado que "la conclusión que Israel puede sacar (...) es que no será eternamente inmune". Es decir, que no debe contar con que el apoyo incondicional de Washington será eterno. Por ello es importante, según el informe, una retirada de Cisjordania aceptada por los palestinos, EE UU y Europa, quizás geográficamente similar a la que propone el primer ministro en funciones y previsible ganador de las elecciones de mañana, Ehud Olmert, pero sin que responda a una decisión unilateral.

La polémica llega cuando en los últimos meses, desde algunos sectores en EE UU, como los trabajos de Ronald Asmus, y posteriormente desde la fundación FAES del Partido Popular en España, se ha propuesto que Israel (junto con Australia y Japón, ha añadido Aznar) entre en la Alianza y que ésta haga del islamismo radical su enemigo. La razón principal esgrimida por la FAES es que la participación de Israel en la guerra contra el terrorismo, serviría para contener "la marea del islam radical" que plantea "una amenaza existencial" al mundo occidental (como si Al Qaeda y sus acólitos no hubieran atacado también en países musulmanes). Mearsheimer y Walt consideran lo contrario: que el apoyo incondicional de Estados Unidos a Israel socava las posibilidades de luchar y ganar esa guerra, pues alimenta el apoyo a los extremistas.

De hecho, desde Israel se considera que la OTAN no debe nombrar al enemigo de forma tan específica, ni tampoco hay un excesivo interés por entrar en la Alianza Atlántica. Quizás Israel peque en estos momentos de un exceso de confianza en sí mismo al ver que ya no necesita plataformas especiales para tratar con los países árabes, pues lo puede hacer de forma bilateral. Participa en el diálogo euromediterráneo con la Unión Europea, y en el de la OTAN con siete países de la región que tuvo un relanzamiento (en el que España ha tenido mucho que ver) en diciembre y luego con la primera reunión de los ministros de Defensa de esta formación en Taormina en febrero, a la que seguirá otra con el Consejo Atlántico el 6 de abril en Rabat. Israel sí ha intentado demostrar que el acercamiento y la cooperación con la OTAN, a la sueca o a la finlandesa, redundaría en beneficio mutuo, y se propone entrar en el Programa de Cooperación Individual con la Alianza. Israel ha firmado un acuerdo de seguridad con la OTAN para poder participar en algunas actividades -antiterroristas, entre otras- y tener acceso a documentos clasificados, paso que no ha dado aún Egipto, que también se acerca a la Alianza.

Del ingreso de Israel en la OTAN, poco se ha hablado oficialmente ni ha sido objeto de debate en la campaña electoral. El secretario general de la Alianza, Jan de Hoop Scheffer, que esta semana estará de visita oficial en Madrid, no ha mostrado entusiasmo ante la idea. En Israel y otros países busca socios estratégicos, no nuevos miembros, de la OTAN. El ingreso implicaría que, por el artículo 5 del Tratado de Washington de 1949, los demás tendrían que acudir en ayuda de Israel si fuera atacado, lo que plantea un evidente problema de qué fronteras defender. Además, la Alianza Atlántica difícilmente podría dejar fuera a los palestinos. En un futuro la Alianza puede tener un papel que cumplir en este conflicto, pero no partiendo de la entrada de Israel. Esta sólo será, si acaso, posible el día, lejano, en que el conflicto se haya resuelto. aortega@elpais.es

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