Blair nunca ha recuperado el carisma perdido en Irak
Tony Blair se dejó el carisma hecho añicos en los desiertos de Irak y nunca más lo ha recuperado. Aunque el laborismo consiguió el año pasado su tercer triunfo consecutivo en las urnas, Blair acabó saliendo debilitado de esos comicios y atraviesa uno de los momentos más delicados de su carrera política, con llamamientos desde medios aliados para que renuncie al cargo en los próximos meses y ceda el paso a su sucesor, el ministro del Tesoro, Gordon Brown.
La guerra de Irak ha sido un fantasma que ha ido apareciendo y desapareciendo constantemente del primer plano de la actualidad política pero que ha estado siempre presente en el trasfondo. Blair fue a la guerra en contra de los deseos de su opinión pública y, aunque los sondeos cambiaron una vez empezada la contienda como reflejo patriótico de apoyo al Ejército, los desastres de la posguerra han prolongado los efectos negativos de aquella decisión.
Los atentados del 7 de julio en Londres fueron atribuidos a la guerra de Irak a pesar de las permanentes negativas de Blair a aceptar ese vínculo. Irak ha abierto una fractura en la sociedad británica al poner bajo sospecha a su población musulmana.
Blair no se ha hundido en los sondeos, pero su partido parece tener mejores perspectivas que él. Las elecciones de mayo se saldaron con la tercera victoria laborista, pero más gracias a Brown que gracias a Blair, que tuvo que renunciar a un eventual cuarto mandato para asegurarse la reelección. La mayoría de 160 diputados de la anterior legislatura quedó reducida a 66 y el primer ministro ha empezado a padecer las consecuencias de esa corta mayoría. Los Comunes le propinaron hace cuatro meses su primera derrota parlamentaria al rechazar su propuesta de elevar de 14 días a 91 el tope de la detención preventiva a los sospechosos de terrorismo. Eso significa que el primer ministro está en manos de su ministro del Tesoro. Brown no ha intentado todavía usar todo su poder en el grupo parlamentario para derrocar a Blair, pero puede hacerlo.
El primer ministro acostumbra a protagonizar espectaculares resurrecciones políticas, pero esta vez sus días parecen contados. Medios tan influyentes como The Economist y tan identificados con el Partido Laborista como The Guardian le han pedido ya que se retire. Incluso The Financial Times, que siempre ha apoyado a Blair, empieza a ofrecer serias dudas sobre el futuro del primer ministro. Pero Blair parece no darse por enterado y confía aún en ser protagonista de otro legendario retorno a la cima de la popularidad.
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