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Reportaje:

El islam, India y el Extremo Oriente

EL PAÍS presenta mañana, sábado, por 9,95 euros, el décimo volumen de la Historia del Arte

Cuando Mahoma difundió el Corán en Arabia, la poesía era el único arte conocido. No menciona el profeta otra disciplina artística, y el lugar donde predicó, la Kaaba, en La Meca, es un edificio austero, sin ninguna decoración ni ventanas. La religión islámica fue más rigurosa que el cristianismo en cuanto a la reproducción de las imágenes. Cuentan que Mahoma las destruyó milagrosamente sin siquiera bajarse del camello, sólo señalándolas con el bastón. Pero dicen que la necesidad azuza el ingenio y, como a los artistas de Oriente no se les permitía representar a seres humanos, dejaron correr su imaginación en formas decorativas lineales creando la más sutil ornamentación de tracería, el arabesco. Y si Mahoma alejó el espíritu de los artistas de los objetos del mundo real, eso les impulsó hacia el mundo maravilloso de las líneas y los colores.

El islam, la décima entrega de la Historia del Arte de EL PAÍS, guía al lector por los vericuetos de una cultura que agrupaba a árabes y egipcios, sirios y bereberes, persas y mongoles, razas, lenguas y culturas diversas que compartían una religión, la islámica. Los árabes en el siglo VII consiguieron forjar una civilización poderosa en la que se cultivó una gran pasión por el arte.

El imperio musulmán se extendió desde la península Ibérica hasta India. Al difundirse las conquistas del islam hacia Mesopotamia y Egipto, los árabes entraron en relación con gentes y escuelas artísticas orientales que congeniaban más con su espíritu que las de Constantinopla y aun de Siria, fuertemente helenizada. El Éufrates era la frontera de Persia y, al atravesarla, los árabes aprendieron mucho de los estilos de arquitectura y decoración, y lo mismo debió de suceder cuando llegaron a la península Ibérica.

El año 711 los árabes cruzan el estrecho de Gibraltar y vencen al ejército del rey visigodo Rodrigo en la batalla del Guadalete. En el 756, Abd al Rahman I, el último superviviente de la dinastía omeya, huye de Damasco y funda el emirato independiente de Córdoba. Con él, la ciudad inicia un periodo de esplendor y durante el reinado de Abd al Rahman III (891-961), Córdoba se convierte en la ciudad más grande de Occidente, con más de medio millón de habitantes, más de 300 mezquitas, 300 baños públicos, 50 hospitales, 80 escuelas y 20 bibliotecas.

La mezquita de Córdoba es la obra capital del estilo árabe español. En su construcción aprovecharon frisos y capiteles de viejos edificios visigodos y la decoraron con mosaicos que envió el emperador de Constantinopla, amigo y aliado del califa omeya de Córdoba.

Hacia 1171 se iniciará la construcción de la mezquita de Sevilla, en el mismo lugar que hoy ocupa la catedral gótica. De ella sólo se conserva su alminar, la famosa Giralda, levantado por el almohade Abu Yakub Yusuf en 1195. Muchos creen que los alminares conservan algo de la superposición de pisos de los zigurats caldeos y, según esto, la Giralda sería una imitación de la legendaria torre de Babel.

Los árabes no sólo edificaron mezquitas, sino que dieron gran importancia a la residencia de sus príncipes. En Córdoba apenas quedan restos de los palacios de los califas, pero sí del Versalles cordobés, Medina Azahara, un regalo de Abd al Rahman para su favorita, edificado al pie de la sierra cordobesa posiblemente por arquitectos egipcios. Otro de los suntuosos palacios, la Alhambra de Granada, es uno de los más bellos edificios del legado árabe.

En cuanto a los estilos arquitectónicos del islam, se aprecian notables diferencias según las zonas geográficas. La escuela hispano-marroquí, por ejemplo, empleaba las bóvedas y las cúpulas con notable sobriedad. En cambio, en Persia y en el Turquestán, los árabes preferían las estructuras abovedadas. Los perfectos esmaltes de las mezquitas persas de Isfahán espejean al cielo y recuerdan que la belleza es algo efímero, como la vida.

Yakshi, suspendida del Árbol Sagrado de Buda.
Yakshi, suspendida del Árbol Sagrado de Buda.

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