Pío Leyva, el último clásico del son cubano
Tocó con Compay Segundo y Bebo Valdés antes de entrar en el Buena Vista Social Club
El cantante Wilfredo Pío Leyva, probablemente el último gran clásico del son montuno que quedaba en Cuba tras la desaparición de Compay Segundo e Ibrahím Ferrer, falleció el jueves 22 de marzo en la Habana de un paro cardiaco. Leyva tenía 88 años y trabajó hasta el último momento de su vida, presentándose con frecuencia en el Hotel Nacional de la capital cubana junto a otras estrellas del proyecto musical Buena Vista Social Club, que le hizo famoso internacionalmente cuando su carrera parecía haberse agotado.
Nacido el 5 de mayo de 1917 en Morón, antigua provincia de Camagüey, su trayectoria profesional, como la de la mayoría de los músicos de la época, se forjó a base de trabajo duro, bohemia, necesidad y mucho talento natural. Además de un gran artista, era un personaje de los que ya no existen, dueño de anécdotas fabulosas y protagonista de mil combates.
Nadie en su familia era músico, pero a los siete años él comenzó a cantar y a tocar percusión en un cajón en la fonda de su tío, complaciendo a los haitianos y españoles que trabajaban en un batey azucarero. Fue aprendiz de barbero, de zapatero y de no se sabe cuántas cosas más, hasta que se hizo profesional casi por accidente.
"Tuve que hacerme zapatero por obligación, pero a mí lo que me gustaba era la música. Una vez, en la zapatería, me mandaron a tirar un cocodrilo medio podrido -usábamos la piel para hacer zapatos- y, mientras cargaba a la espalda aquel animal apestoso, me dije: 'Pío, tú a la zapatería no vuelves más, eso no está hecho para ti", contaba en viejas entrevistas. En 1932 le llegó su oportunidad al unirse a la orquesta de Juanito Blez, en su pueblo natal. Y ya no se dedicó a otra cosa. En 1953 se trasladó a La Habana y emprendió entonces una exitosa carrera musical, sin pausas ni descansos. Autor de piezas famosas como María Caracoles, No juegues conmigo, El bombón de Elena o Francisco Guayabal, son montuno que inmortalizó Benny Moré, no ganó su primer dinero en un estudio de grabación hasta los años cincuenta con La mujer del peso. Ya por entonces cantaba con Compay Segundo, con quien por aquella época grababa "al destajo", esto es, un disco de dos caras al mes a cambio de unos cuantos pesos. "Grabamos 27 entre 1958 y 1960".
En los años cincuenta y sesenta trabajó con Los Ases del Ritmo, la orquesta de Bebo Valdés, la Riverside, Las Estrellas de Areito y también Benny Moré, hasta formar su propio trío. "Aquella era una época dorada. Los músicos cantábamos con el corazón, no como ahora, que hay jóvenes con mucha técnica pero que les falta algo", solía decir. Pío Leyva siempre fue famoso por su sentido del humor, sus improvisaciones picantes y su bohemia desenfrenada, que solía acabar a altas horas empapada en aguardiente de caña. "Yo no terminé el primer grado. Lo que yo sé lo aprendí de las mujeres de vida alegre. Me daban consejos buenos. Me enseñaron a respetar a las personas".
En 1996 integró el Buena Vista Social Club, que reunió a veteranos de la etapa de oro de la música popular cubana, y desde entonces cantó en los principales escenarios del mundo. En una de estas giras triunfó con una de sus últimas canciones, Pío mentiroso, que decía aquello de: "He visto un perro bailar el guagancó, una vaca que nació con colmillo de elefante. Pero no he visto un cantante más mentiroso que yo...". Todo un personaje que se va, y ya no quedan muchos.-
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