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Reportaje:

Soldados contra el fuego

Unas 5.500 personas trabajan en retenes para prevenir incendios forestales, tarea a la que se destinan 111 millones de euros

El retén HE205 es una gran familia. La mayoría de sus siete componentes (un capataz, un conductor y cinco especialistas) trabajan juntos desde hace más de 20 años. Han pasado por varias siglas Icona, IAMA... Hoy lo hacen bajo la firma de la empresa pública de gestión medioambiental Egmasa, de la Consejería de Medio Ambiente. El pasado viernes, bajo la lluvia que caía en los campos de Valverde del Camino (Huelva), proseguían sus trabajos de tratamiento silvícola en prevención de incendios forestales. La consejera de Medio Ambiente, Fuensanta Coves, ha anunciado que en 2006 se van a potenciar este tipo de trabajos. 111 millones de euros, es decir el 60% de toda la previsión presupuestaria del dispositivo Infoca, que asciende a 187 millones, se destinarán a labores de prevención. En concreto, la consejería piensa destinar 47,5 millones sólo a trabajos silvícolas.

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Trabajos como los que realizan los hombres del retén de Huelva, capitaneados por su patrón, José Luis Fernández, de 42 años. Los siete miembros del HE205, procedente del vecino pueblo de Calaña, y con una edad media de 40 años, forman parte de los 5.500 trabajadores (3.200 de empresas forestales y 2.300 de la Consejería de Medio Ambiente) que desarrollan tareas preventivas en los montes andaluces.

Los retenes son contratados por periodos de nueve meses, aunque el Infoca trabaja todo el curso. En estos primeros meses se afanan en el mantenimiento y cuidado de los monte. Entre la segunda quincena de julio y la segunda de agosto es cuando se han dado los fuegos más virulentos y peligrosos en la península Ibérica, explica Vicente Romero, subdirector del COP (Centro Operativo Provincial del Infoca) en Huelva. Aun así, la alerta de los servicios de atención se aumenta a partir de la primavera.

Coves ha avanzado que del presupuesto de 35,5 millones de euros correspondientes a los trabajos preventivos del Infoca, 23,5 millones serán destinados a la construcción de caminos forestales, 2,5 a ayudas para planes de prevención y casi dos millones se destinarán a cortafuegos mecanizados. Precisamente, para esta última tarea, los hombres de José Luis Fernández, armados de sierras mecánicas, monos de trabajo, gafas protectoras, cascos, y protectores para los oídos, arremeten contra en pinar joven, de unos 12 años. "Vamos a clarear el área un 25%", explica Fernández. Su cara, muy morena, está curtida de profundas arrugas.

Junto con su equipo, Fernández ha sufrido todo tipo de experiencias. "Esto es muy duro. Pero a todos nos gusta, si no, no estaríamos aquí. Yo tengo una empresa de construcción, pero prefiero estar en el monte. Llevo aquí desde los 18 años", explica. Aunque tiene un momento para recordar el episodio del municipio de Alájar. "Fue en el verano de 1992. Uno de los duros. Seis compañeros murieron allí".

Mientras los cinco especialistas trabajan al ritmo del coro marcado por sus sierras, Vicente Romero explica qué es lo que están haciendo: "Lo primero que se hace en el monte es quitar el matorral y los hierbajos. Después se hacen claros, se descopan los árboles, y se reducen la densidad de la flora. Los grupos alinean el material vegetal dejado en los llamados cordones". Así se facilita el paso de tractores que trituran el ramaje y las hojas. "Hoy trabajamos cerca de la carretera por dos razones: es foco potencial de incendios y al mismo tiempo, serviría de apoyo en caso de incendio. Por eso conviene trabajar en sus márgenes. Lo que tratamos es de cambiar el modelo de combustibilidad de uno, en el que hay facilidad de propagación, a otro en el que no", explica. Los restos vegetales que dejan los tractores enriquecerán con nutrientes el suelo de la zona. Y la lluvia que cae, también.

El monte andaluz necesitaba de estas precipitaciones. Pero por otro lado, la lluvia facilita la proliferación de hierba y matojos que, al secarse, se convierten en un volátil combustible aliado de las llamas. Por esta razón las tareas de tratamiento silvícola se hacen tan necesarias, para no dejar nada que las llamas puedan usarlas como arma en la batalla.

Y es que la lucha contra el fuego tiene mucho de guerra. Romero reconoce que los ingenieros hablan con jerga militar de la estrategia que diseñan: vías de escape, puntos de apoyo, líneas de defensa, logística de suministros... Mientras que los retenes se enfrentan al fuego como verdaderos soldados en una guerra que raramente empieza la naturaleza. El hombre sigue siendo el peor enemigo. "Hay que concienciar a la gente y decirle que el monte es de todos. Antes no era así. Recuerdo que la gente del campo, para tirar un cigarrillo, se escupía en la mano y se lo apagaba".

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