La desmesura de un secretario general

En un artículo mío sobre la agitación estudiantil de 1956 (Un aniversario más y algunas paradojas, EL PAÍS de 7 de marzo), al hablar del protagonismo del Partido Comunista de España (PCE) en la lucha contra el franquismo, dije dos obviedades, ninguna de ellas, por cierto, peyorativa, a saber, que el comunismo era "entonces una idea mesiánica, con gran poder de seducción" y que en nuestro país esa lucha "contó con una ayuda generosa y constante de los partidos hermanos que gobernaban en los países del Este".

Tales afirmaciones, pasmosamente, han suscitado la ira de Francisco Frutos, secretario general del PCE, quien en carta a EL PAÍS, publicada el 12 marzo, arremete contra mi anticomunismo grosero (sic) e incluso me descalifica con argumentos ad hóminem.

Como es evidente que en mi artículo no había ningún anticomunismo, ni grosero ni fino, hay que preguntarse el porqué de la desmesura de Frutos ¿Confusión pasajera? ¿Lectura apresurada? ¿Problemas internos del PCE, donde quienes se oponen a que Izquierda Unida apoye al Gobierno aprovechan cualquier ocasión para criticar a cualquier socialista? ¿Nostalgia de tiempos pasados en que los comunistas, encerrados en su mundo, consideraban hostil cualquier comentario que no fuese ditirámbico? Sea lo que fuere, la imagen hosca, dogmática y de incompatibilidad con los demás que ofrece la carta en cuestión sólo puede contribuir al inmerecido declive de un partido que luchó como el que más contra la dictadura.