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El ex dictador serbio recibe sepultura hoy en su ciudad natal

Guillermo Altares

Una fila, más larga y más ordenada que la víspera, esperaba ayer ante el Museo de la Revolución de Belgrado para homenajear a Slobodan Milosevic en su capilla ardiente, casi una semana después de su muerte. Tras varios días de elucubraciones, ayer, un día antes del entierro -previsto para hoy en su ciudad natal, Pozarevac-, Milorad Vucelic, el vicepresidente de la formación de Milosevic, el Partido Socialista de Serbia (SPS), confirmó que la familia directa del ex presidente no asistirá al sepelio.

Ni su hijo Marko, de 33 años, que fue a recoger el cuerpo a Holanda pero no acompañó el féretro hasta Belgrado, ni su hija María, de 39 años, que vive en Montenegro y tiene pendiente un juicio en Serbia por su actuación durante el arresto de su padre en abril de 2001 -está acusada de disparar contra la policía- habían aclarado si asistirían. Pero el gran misterio estaba en la presencia de la viuda, Mira Markovic, compañera de Milosevic desde el instituto y del que no se separó hasta su ingreso en prisión.

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Pese a que la justicia serbia ha retirado una orden de captura que tiene pendiente por tráfico de influencias, si acudiese a Serbia tendría que entregar su pasaporte y ser interrogada por la policía sobre un asunto mucho más grave: el asesinato del ex presidente de Serbia Ivan Stambolic.

"Debido a las declaraciones contradictorias de las autoridades en cuanto a la seguridad de la familia de Slobodan Milosevic y especialmente por las amenazas y chantajes dirigidos a su viuda, a la familia en realidad se le imposibilita la llegada al funeral", declaró Vucelic a la televisión estatal serbia, informa Efe.

Indiferencia en Belgrado

Aunque la fila de nostálgicos del ex presidente alcanzaba anoche casi un kilómetro de largo, Belgrado seguía indiferente a las exequias. Mientras la oposición trataba de convocar una concentración anti-Milosevic con mensajes SMS, los acontecimientos de la semana seguían siendo un concierto de Lou Reed, el pasado miércoles, y la inauguración, ayer, de la primera tienda de Zara en Belgrado.

La guerra de las esquelas estaba en boca de muchos ciudadanos. Entre las publicadas por sus seguidores, se coló una, con la foto de Milosevic, en la que se leía: "Gracias por todos los engaños y robos, por cada gota de sangre que tuvieron que derramar cientos de miles de personas, por el miedo, por las generaciones perdidas, por los sueños que no hemos realizado, por los horrores y guerras que, tú, sin preguntarnos, lanzaste en nuestro nombre. Nos acordaremos siempre de Vukovar, Dubrovnik, Knin, Krajina, Sarajevo, Srebrenica, Kosovo... Nos acordaremos de nuestras vidas arruinadas". La firman "ciudadanos de Serbia".

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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