"El novelista llena los huecos que deja la historia"
Hace nueve años, Ignacio Solares (Ciudad Juárez, 1945), autor de una decena de libros, publicó Columbus, que recreaba la frustrada conquista de la minúscula ciudad estadounidense del mismo nombre a cargo de Pancho Villa. Sucedió en 1916. Ahora Solares publica La invasión, que narra la vida cotidiana en el Distrito Federal durante los días de la intervención norteamericana, una herida por la que todavía hoy sigue respirando la historia mexicana.
PREGUNTA. ¿Por qué una novela y no un libro de historia?
RESPUESTA. Uno no elige sus temas, como no elige sus sueños. Yo nací justo en la frontera con Estados Unidos y desde niño viví las humillaciones a que eran sometidos los mexicanos para cruzarla. Sobre los hechos de 1847 no hay muchos datos. El novelista llena con la imaginación los huecos que deja la historia. Yo quise recrear la vida cotidiana: ¿qué se comía? ¿Cómo eran los hospitales entonces, o sea, un año antes de que se descubriera la anestesia?
P. Cuesta creer que de un episodio así se sepa tan poco.
R. La gran literatura surge en momentos de crisis. Sólo hay que pensar en la española del Siglo de Oro, o en la rusa. Al contrario que la revolución, que ha tenido a autores tan grandes como Rulfo o Carlos Fuentes, la invasión de México por Estados Unidos no tuvo un gran novelista. Y como dijo Brecht, un pueblo sin novela es un pueblo sin alma.
P. Precisamente la reacción popular modifica los acontecimientos.
R. El gran personaje de la invasión fue el pueblo mexicano, que estalla cuando ve izada la bandera estadounidense en el Palacio Nacional. A todo un ejército, el pueblo respondía arrojándole caldos hirviendo desde los tejados, dándole veneno para ratas con las comidas...
P. Otros estaban a favor. ¿También fue cosa de mexicanos contra mexicanos?
R. Unos les arrojaban piedras, pero otros les lanzaban pañuelos perfumados, efectivamente. No siempre hay una posición. En México se padecía a un presidente tan siniestro como Santa Anna, y un mal gobernante puede descomponer una sociedad. Con todo, hay que tener en cuenta que nos arrebataron la mitad del territorio. Aunque yo tengo la teoría de que nos quitaron Tejas porque estaba despoblada. Irónicamente, eso se está corrigiendo. Ahora hay 23 millones de mexicanos en Estados Unidos.
P. ¿La invasión estadounidense forjó la identidad de México?
R. Sí. Tal vez tendría que haber sido la independencia, pero todavía no acabábamos de creernos lo que éramos. Los españoles se mezclaron con nosotros, pero los estadounidenses venían a hacernos lo mismo que hicieron con sus indios.
P. Frente a la historia mayúscula está la historia de amor del protagonista.
R. Yo quería hacer un héroe y me salió un antihéroe. El protagonista vive dos invasiones, una exterior y una interior. Mientras cierra los ojos en el amor, el mundo estalla.
P. Y en ese estallido surge un médico cuya preocupación por el dolor ajeno está por encima de las banderías.
R. Así es. En todo lo que trata de mitigar el dolor humano veo lo religioso de verdad.
P. Aunque sea el dolor de un enemigo.
R. Ahí reconozco la influencia camusiana, sobre todo de una novela como La peste. Yo tengo una veta cristiana que me hace reconocer el valor de la compasión. Estudié con los jesuitas y eso me ha marcado, aunque tengo un rechazo absoluto a la Iglesia. Muchas veces he pensado que el gran reto de los católicos es convertirse al cristianismo.
P. ¿Cuál es la relación actual de México con Estados Unidos?
R. La novela salió en México en septiembre pasado mientras se hablaba de la formación de un comando de fuerzas binacionales para proteger la frontera. Yo recordé aquella frase de Flaubert de que la mayor trampa del Diablo es hacernos creer que no existe. Ellos buscan formas de protegerse: satélites, detectores de túneles, un muro bajo el agua... Hay medidas que son humillantes. ¿Creen que vamos a invadirlos buceando? Esa larga frontera es una herida que no ha cerrado.
P. ¿Y cómo ve el panorama interno para las elecciones de julio?
R. Espero que nos libremos de las mocherías de Fox. Por otro lado, el PRI está derrumbado. Confío en el nuevo aliento de López Obrador hacia el socialismo. Nos hacen falta utopías y esperanzas. Si pensamos en los precedentes de Brasil, Bolivia o Chile, México podría enviar un mensaje muy interesante al mundo. Y me temo que muy preocupante para Estados Unidos.
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