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El presidente del Senado afgano sobrevive a un atentado

Los temores sobre el avance de Afganistán por la senda de la violencia y el caos parecieron cumplirse ayer. El presidente de la Comisión Gubernamental de Reconciliación y del Senado, Sibgatulá Muyadedi, sobrevivió a un atentado suicida en Kabul en el que murieron dos civiles y los dos atacantes.

Mientras, en el sur del país, un artefacto explosivo estalló al paso de un convoy estadounidense y causó la muerte de cuatro soldados en una de las jornadas más sangrientas que vive el país en los últimos tiempos.

En un nuevo episodio del deterioro de las relaciones entre Afganistán y Pakistán, Muyadedi acusó al vecino país de estar detrás del ataque. El primer presidente que tuvo Afganistán tras la caída del régimen prosoviético de Nayibulá (1992), que ha denunciado siempre que el principal apoyo de los talibanes se encuentra en los poderosos servicios de información paquistaníes (ISI), apuntó al ISI como responsable del atentado.

El presidente Hamid Karzai, que se puso en contacto con Muyadedi nada más enterarse de lo sucedido, condenó con firmeza el atentado. Karzai, que visitó Pakistán el mes pasado, entregó a su homólogo Pervez Musharraf una lista con más de 40 nombres y direcciones de talibanes y miembros de Al Qaeda que, desde ese lado de la frontera, dirigen la insurgencia contra las tropas norteamericanas empeñadas en la Operación Libertad Duradera en el sureste de Afganistán.

Cuatro soldados muertos

Precisamente en esa zona, en la provincia de Kunar, fue donde murieron los cuatro militares estadounidenses a consecuencia del estallido de una bomba al paso de su convoy, cuando patrullaban. El gobernador provincial, Asadulá Wafa, no dudó en acusar a los talibanes del ataque. Según Wafa, el atentado fue la respuesta a la detención hace dos días de un paquistaní, supuestamente vinculado a Al Qaeda y al depuesto régimen ultraortodoxo del mulá Omar, que permanece en paradero desconocido.

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Tras la relativa calma de 2003 y 2004, Afganistán sufre un grave incremento de la violencia, con la multiplicación de los ataques suicidas y las operaciones de la insurgencia, que dejaron más de 1.400 personas en el último año.

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