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Columna
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A las barricadas

En los últimos 21 años se han repartido más de 300 distinciones de hijos predilectos , adoptivos y medallas de Andalucía coincidiendo con el aniversario del 28-F. Es difícil que todo el mundo esté de acuerdo con las distinciones. Cada uno tiene sus fobias y sus filias pero por lo general es de valorar que sean representantes de todo tipo de actividades, que estén repartidos por la geografía andaluza y que hayan hecho méritos para ello.

Yo no le veo cualidades a la Duquesa de Alba, aunque puede que las tenga. Acepto como posible que haya cobrado dos millones de euros en ayudas europeas, aunque no sé si el calificativo "cazaprimas" sería el más adecuado para el caso porque todos los agricultores lo hacen. Tampoco sé si tiene trabajadores ilegales en sus 11 fincas y 7.000 hectáreas: ella lo niega y la UGT también, por lo que quienes acusan tendrán que demostrar sus afirmaciones. Sus méritos a los ojos del Consejo se Gobierno de la Junta de Andalucía quizás estén en su devoción por la ciudad de Sevilla y por el folklore andaluz.

Una vez concedida la distinción me parece completamente desproporcionada la actuación de los miembros del Sindicato de Obreros del Campo, no se sabe muy bien si en su modalidad jornalera o en su papel de CUT-BAI, la corriente radical de Izquierda Unida. Ahora bien, cabe preguntarse ¿es este el principal problema del medio rural andaluz? Porque hemos pasado de las revueltas campesinas tipo Casas Viejas, Mano Negra y las que retrató Díaz del Moral a una actuación más propia del Aquí hay tomate. Se busca el impacto visual en los informativos de televisión más que subvertir el orden en el campo andaluz. Ya no se busca la tierra para el que la trabaja. Nada sabemos ya de la reforma agraria, que tanto dio que hablar hace 25 años. Ahora todos parecen plácidamente instalados en sus explotaciones o en sus subsidios.

Es una buena noticia que no haya conflictos en el campo andaluz, que la calidad de vida de nuestros pueblos haya mejorado de manera exponencial, en la mayoría de los casos más que en los extrarradios de las grandes ciudades. Es muy respetable que sus dirigentes lleven dedicados a esta noble actividad muchos años: Diego Cañamero, 22 como secretario general del SOC, y Sánchez Gordillo, 27 como alcalde de Marinaleda. En este tiempo se ha pasado de las huelgas de hambre que protagonizase Paco Casero y de la actuación abnegada de Diamantino García, a una especie de rutina del espectáculo.

Juan Manuel Sánchez Gordillo, su más conspicuo representante, cultiva una estética de Ché Guevara con chándal aunque más parece una mezcla de El Arropiero y el Guru Maharasi. No puede resistir la tentación de llamar la atención y aparecer en los telediarios como representante de un oficio, el de jornalero, que jamás ha ejercido. Una vez puesta en explotación El Humoso (del que parece que no paga el arrendamiento) y una vez proyectado un campo de golf para El Indiano, con los jornaleros dedicados a sus faenas, no se vislumbran en el horizonte grandes causas por las que luchar, pero como ya está cogida la rutina de los autobuses y el viaje a Sevilla, no pueden resistir la tentación. Sánchez Gordillo ha pasado por todos los trances, desde cobrar dos sueldos cuando era diputado, apoyar a HB en alguna ocasión, utilizar las afiliaciones de los pueblos que controla para su promoción política dentro de IU y buscar siempre el titular contracorriente para recuperar la notoriedad perdida.

Es muy triste la vida del que no sale en los medios de comunicación, la de cualquiera de los cientos de alcaldes de pequeños pueblos que se limitan a resolver los problemas de sus vecinos. Así que se puede formar jaleo al calor de la fama de la Duquesa y rescatar la notoriedad perdida. Cuando hace 35 años se fundaron las Comisiones Jornaleras no creo que sus fundadores pensasen que iba a terminar el asunto buscando un hueco en Salsa Rosa en dura competencia con Gonzalo Miró, Fran Rivera y Raquel Mosquera. Los caminos de la revolución son inescrutables, como los del Señor. Que no pare el espectáculo.

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