Zapatero lidia también con recelos en campo propio
Líderes socialistas coinciden en que lo que diferencia a González del actual presidente son los retos sociales y no la distancia generacional
Nunca había pasado, desde la recuperación de la democracia en España, que un presidente del Gobierno, a los dos años de su victoria electoral, se encontrara con un rechazo tan fuerte a su política de reformas desde la oposición e incluso con el recelo de parte de la generación anterior de su partido. Este comentario, que marca los dos años de Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, lo hizo el dirigente socialista Ramón Jáuregui, en un reciente debate público.
Jáuregui, que fue secretario general del PSE en la etapa de Felipe González y hoy es portavoz socialista de la Comisión Constitucional del Congreso, describe cómo la legalización del matrimonio de parejas del mismo sexo ha levantado ampollas en los sectores más conservadores de la sociedad al afectar a su concepción de la familia; cómo la retirada de tropas de Irak irritó al Gobierno más poderoso de la tierra, el de George Bush; cómo la reforma educativa ha encrespado al poder de la Iglesia; cómo la ley de igualdad y el proceso de paz en Euskadi han soliviantado al presidente de la patronal, José María Cuevas, y cómo la reforma del Estatuto de Cataluña ha llegado a levantar recelos, incluso, en parte de las filas de la generación socialista de la etapa de González.
"González empezó con la reconversión industrial, y Zapatero, con la retirada de Irak"
¿Por qué una contestación tan fuerte? En el malestar social que han provocado estas reformas tiene mucho que ver la campaña de confrontación total del PP contra el Gobierno como método para lograr su único objetivo, la recuperación del poder a cualquier precio. Para ello ha movilizado contra el Gobierno a los sectores conservadores que ejercen su influencia en puntos estratégicos de las instituciones como la magistratura, la Iglesia, sectores económicos y medios de comunicación, que ven en las reformas de Zapatero una amenaza a su poder y a su ideología.
La oposición a Zapatero no tiene nada que ver con la que tuvo Felipe González, que gobernó con holgura de 1982 a 1993. Sólo padeció la oposición que tiene hoy Zapatero en su etapa final, de 1993 a 1996, con la diferencia de que su Gobierno ya estaba erosionado por los escándalos de corrupción y de los GAL. José Andrés Torres Mora, ex jefe de Gabinete de Zapatero, precisa que el presidente es víctima de "una estrategia de agitación" del PP, a cuyos líderes "no les importa utilizar la mentira como método y convencer a la gente de que es verdad a fuerza de repetirla", como está sucediendo con la autoría de la matanza del 11-M. El ex líder del PCE Santiago Carrillo comparaba recientemente la "brutal campaña personal" que el PP dirige contra Zapatero con la que padeció el presidente de la República Manuel Azaña desde las derechas de la época por su política de reformas.
Otra clave que explica la diferencia entre la etapa de Zapatero y la de González consiste en que éste afrontó la modernización de una España atrasada y a Zapatero le ha correspondido profundizar en la democracia y la política social, lo que le ha marcado con un perfil de izquierda que le ha enfrentado al sector más conservador, que ha reaccionado movilizándose. "González empezó con la reconversión industrial y Zapatero con la retirada de tropas de Irak", apunta Torres Mora.
El presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, presidente del PSOE con Zapatero y ex ministro y amigo de Felipe González, no cree que exista una lucha entre generaciones socialistas. Admite que la reforma del Estatuto de Cataluña ha provocado, en su primera fase, gran rechazo en los líderes territoriales de la época de González, que veían amenazada la cohesión territorial, pero no ha trascendido una vez encauzado el debate.
A juicio de Chaves, lo que diferencia a un proyecto y otro son las demandas sociales procedentes de tiempos, a su vez, distintos. "No creo que haya ruptura ni salto en el vacío del proyecto socialista de Felipe al de José Luis. Zapatero ha dado continuidad al programa socialista con nuevas respuestas a nuevos retos", dice Chaves, quien destaca, entre estos, la globalización, la inmigración, la seguridad y las relaciones entre civilizaciones.
Torres Mora, que comparte este análisis, lo completa: "Este Gobierno puede hacer una política con un perfil más de izquierda porque antes se hizo la modernización de España". A su vez, Jáuregui cree que Zapatero "ha conectado con una sociedad nueva, de clases medias jóvenes, libres de prejuicios y miedos que no están tocadas por el clásico conservadurismo español".
El secretario de Estado de Comunicación de Zapatero, Fernando Moraleda, amigo del presidente, profundiza en la diferencia generacional. "Los de González representaron el cambio, pero querían decir necesidad. La seguridad física, económica y emocional impide las reformas críticas", dice Moraleda. Sin embargo, a su juicio, "los zapateristas son posmaterialistas, no dan un valor crítico a lo material y asignan más importancia a aspectos relacionados con la autorrealización personal, el medio ambiente, los derechos de las minorías, la igualdad, etcétera. Los materialistas quieren sobrevivir y los posmaterialistas quieren ser felices, no temen al cambio y tienen la sensación de precipitar una historia que acabará dándoles la razón".
Moraleda admite que "el Gobierno de González hizo mucho, pero dejó otras cosas por hacer porque algunas de esas reformas pendientes eran inabordables en aquel momento político; asustaban a buena parte de la sociedad y a los políticos que les representaban", como el papel de la Iglesia en un Estado aconfesional, la financiación de los partidos o los símbolos de la dictadura. Precisa que la generación de González "había conocido el franquismo, la clandestinidad y la represión, y sabía del peligro de reabrir heridas cargadas de simbolismo y emotividad en una democracia joven".
Tanto Chaves como Jáuregui y Enrique Guerrero, número dos del Gabinete de la Presidencia con Zapatero y secretario general de las Cortes con González, coinciden en que González tuvo que afrontar una "tarea histórica", basada en cuatro ejes: la consolidación de la democracia, con la erradicación del golpismo; la integración de España en Europa; la modernización de España en la economía y la política, con la construcción del Estado autonómicos, y la edificación de las bases del Estado de bienestar.
Jáuregui y Guerrero aseguran que Zapatero cuenta con un "proyecto político sólido, de alcance histórico, que responde a una nueva generación socialista y que irrita a la derecha". Lo basa en cuatro pilares:
- Segunda fase de la construcción del Estado de las autonomías.
El nuevo pacto autonómico pretende reforzar el proyecto nacional con un mejor reconocimiento de la diversidad territorial y una mayor participación de las comunidades autónomas en el Estado. Chaves recuerda cómo él mismo planteó hace ya cinco años la necesidad de reformar los estatutos de autonomía y adaptarlos a los nuevos retos como la inmigración, la presencia europea y la globalización.
- La paz en Euskadi. Es la gran laguna pendiente de la transición, que no resolvió la Constitución de 1978. Zapatero está convencido de que hay una oportunidad para paz y la busca. Parte de una población que desea masivamente la paz y de los más de mil días que ETA lleva sin matar.
- Ampliación del Estado de bienestar. La pieza más importante es el levantamiento del cuarto pilar, con la Ley de Autonomía personal. Junto a ello, está la consolidación de la Seguridad Social, como instrumento de solidaridad; la recuperación del terreno perdido en derechos sociales en la etapa de gobiernos del PP (salario mínimo, pensiones, etcétera) y el esfuerzo inversor en investigación y educación.
- Renovación de los códigos morales y de la ciudadanía. Guerrero explica que uno de los rasgos más característicos del discurso de Zapatero es la reivindicación de la revolución americana, la introducción de la libertad junto a la igualdad, del valor del ciudadano, de la utilidad del voto. "Frente a la vieja idea de que las instituciones burguesas deben ser utilizadas por los partidos de los trabajadores, Zapatero sitúa en el centro de su política el valor del Parlamento y del individuo que con su voto logra que las tropas regresen de Irak". En esa línea se sitúan iniciativas como el diálogo como instrumento permanente con autonomías, partidos, sindicatos, etcétera; el laicismo y la desgubernamentalización de los medios públicos de comunicación.
González y la falta de un relato
El pasado 24 de febrero, el ex presidente Felipe González almorzó con dirigentes y militantes del Partido Socialista de Euskadi en Vitoria, tras participar en un homenaje al líder socialista vasco Fernando Buesa, asesinado hace seis años por ETA. González, que en el mitin-homenaje había recordado al PP que tiene la obligación, como oposición, de apoyar al Gobierno en materia antiterrorista aunque se equivoque, admitió, en el almuerzo, su escepticismo sobre la apuesta que el presidente Zapatero ha hecho a favor de un proceso de paz en Euskadi. González, que vivió una frustrada experiencia en las conversaciones con ETA en Argel, en 1989, admitió que Zapatero no le había transmitido ninguna información del proceso de paz en ciernes en Euskadi. Algunos de los asistentes creyeron ver en el comentario de González un reproche a Zapatero que, en este tema, mantiene un total hermetismo, que padecen, incluso, los ministros más implicados en la lucha antiterrorista.
Pero donde González se soltó más fue al hablar de la soledad de Zapatero ante la brutal campaña de descalificación personal que el PP le dirige. El ex presidente comparó al PP con un toro bravo que salta al ruedo y nadie sale a torearlo. Esta preocupación de González también la comparten algunos dirigentes socialistas y ministros: la falta de un "relato" del proyecto de reformas de Zapatero y su alcance histórico. Uno de los dirigentes recordaba una reciente conversación con el ex secretario general del PSOE y hoy comisario europeo Joaquín Almunia, quien admitió que el PSOE de Felipe González no llegó a construir su "relato" y a explicar la dimensión histórica de su proyecto hasta finales de los ochenta, cuando llevaba casi dos legislaturas gobernando.
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