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El debate sobre la procedencia de las obras de arte planea sobre la feria de Maastricht

"Lo primordial es que no haya nada robado", señala la portavoz de TEFAF

Isabel Ferrer

El Retrato de Anna Six-Wymer (1641), pintado en parte por Rembrandt y expuesto por vez primera en público, preside desde ayer la 19ª edición de TEFAF, la feria internacional de arte más importante de su clase. Celebrada en la ciudad holandesa de Maastricht, el debate sobre la procedencia de las obras antiguas (no siempre bien comprobada, según algunos museos locales) planea sobre un mercado que sí revisa a fondo la autenticidad y calidad de lo expuesto. Visitada por coleccionistas y entidades oficiales, el Ministerio español de Cultura tiene previsto adquirir piezas destinadas a las salas nacionales.

Un código ético obliga a los miembros de la Asociación de Marchantes

TEFAF espera a unos 75.000 visitantes en un recinto ferial que alberga a 218 galerías, tres de ellas españolas: Luis Elvira (hierro forjado y arte medieval); Caylus (pintura antigua) y López de Aragón (arte medieval y renacentista). Conocida por el celo con que supervisa la calidad y autenticidad de las obras expuestas, los propios responsables de la feria admiten que la procedencia no siempre puede comprobarse. Sobre todo la del arte antiguo, aunque ello no debe ser obstáculo para vender. "Lo primordial es que no haya nada robado. Cuando los galeristas presentan sus listas, se busca siempre en los archivos internacionales de obras perdidas. Si no aparecen allí, la responsabilidad última es de ellos", señala Titia Vellenga, portavoz de TEFAF.

En su opinión, no hace falta que una pieza sea muy antigua para tener problemas con su origen. Incluso de las más modernas puede perderse el rastro. "De ninguna obra puede garantizarse al cien por cien su punto de partida. Sobre todo teniendo en cuenta que los registros artísticos son bastante recientes. Por ejemplo, una silla de los años treinta, vendida en los cincuenta a un coleccionista privado y desaparecida luego de la vista, representa un enigma a pesar de su cercanía temporal. Si no existen más datos sobre dicho mueble, pero está en buenas condiciones y es de calidad, no hay inconveniente para que venga aquí", afirma la portavoz.

Otra cosa son los interiores de edificios públicos o de culto, como en el caso de la mezquita de Córdoba. En Maastricht se preguntan cómo es posible que las vigas fueran sacadas del lugar en su día. Averiguarlo sería el primer paso para trazar su periplo hasta acabar en una subasta. Sin embargo, una vez más se impone el pragmatismo que parece impulsar el mercado del arte. "En principio, y sin antecedentes ilegales que destruyan un patrimonio cultural, deberían abordarse como cualquier otra pieza artística. Es un objeto. A veces, incluso, interiores que se habrían perdido con el edificio por demoliciones o incendios se salvan al entrar en la rueda del mercado", continúa Vellenga.

Si bien en TEFAF ponen mucho énfasis en puntualizar que la feria no opina sobre lo que se vende, la mayoría de las galerías de arte antiguo presentes son miembros de la Asociación Internacional de Marchantes del ramo, fundada en 1992. Dotada de un código ético, el mismo obliga a sus miembros a tratar de impedir la compra y venta de obras robadas o excavadas de forma ilegal. En principio, todo lo que ofrecen sus 29 miembros, repartidos por Europa, Estados Unidos e Israel, está catalogado o es conocido. Para empresas como la aseguradora AXA Art, establecida en París hace 40 años, la única especializada en seguros de arte y principal patrocinadora de TEFAF, códigos como el de los marchantes de arte antiguo resultan muy útiles. "Todo lo que tiene más de cien años necesita un permiso de exportación del Ministerio de Cultura. Nosotros somos generalistas y acudimos a los expertos antes de evaluar una obra para su cotización. Además, nunca se asegura una pieza sin su correspondiente certificado de autenticidad. Suele haber mucho control", según Patricia Neira, miembro de AXA Art en España. La firma tiene también oficinas en Bélgica, Francia, Italia, Hong Kong, Suiza, Inglaterra, Estados Unidos, Holanda y Alemania, la sede central.

A pesar de tantas cribas, la experiencia de algunos compradores no ha podido ser más agria. Es el caso del Museo Nacional holandés de la Antigüedad. En 2002 se interesaron en TEFAF por una escultura de 4.000 años procedente de lo que es hoy Afganistán. Ofrecida por 150.000 euros en el puesto de un comerciante de alfombras parisiense, Bernard Blondeel, establecer su origen resultó penoso. La primera respuesta fue que había salido de una colección particular. Blondeel la había adquirido en Ginebra a un marchante que, a su vez, la compró a una familia. "Para el museo no estaba suficientemente claro. Después de mucho preguntar, nos llegó una respuesta educada que venía a decir: tómelo o déjelo. Es posible que otro comprador tuviera menos escrúpulos que nosotros", ha declarado Steph Scholten, director de la colección del museo, al rotativo NRCHandelsblad.

Sobre otras obras de la feria no existen dudas. En pleno 400º aniversario del nacimiento de Rembrandt, la familia Six van Hillegom ha cedido temporalmente para su exposición un retrato familiar. Anna Six-Wymer, pintada por el maestro holandés en 1641, era la madre de Jan Six, comerciante, mecenas, poeta y alcalde de Amsterdam a finales del siglo XVII. Después de muchos estudios, el Proyecto Rembrandt, dedicado a comprobar la autoría de sus lienzos, ha llegado a una ecléctica conclusión. La cabeza de la dama y su cofia blanca son del pintor. Éste también habría dado unas pinceladas relevantes en la gola, puños de encaje y manos. El resto lo acabó un alumno.

Con una obra de Frans Hals puesta a la venta por la galería suiza David Koetser ha ocurrido algo parecido. Aunque con mejores resultados. El Retrato de Pieter Olycan, una tabla de 1629, parecía una copia. La ropa de este patricio de la ciudad de Haarlem, dueño de tres cervecerías, estaba pintada sin la precisión de Hals. Otro buen estudio comandado por el museo del artista en Holanda, con la ayuda del restaurador Martin Bijl, del Proyecto Rembrandt, ha confirmado al fin la autenticidad. Libre de toda sospecha, vale 12,5 millones de dólares.

<i>Retrato de Anna Six-Wymer</i> (1641), de Rembrandt, que se exhibe en la feria de Maastricht.
Retrato de Anna Six-Wymer (1641), de Rembrandt, que se exhibe en la feria de Maastricht.
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