Vidas difíciles en la enfermería
En algunos casos, las situaciones estresantes vienen por partida doble. Marisa Arcos (de 44 años) y Jordi Gibernau (42) están casados y son enfermeros del hospital de Sant Pau, en Barcelona. Desde hace casi dos décadas trabajan en turno de noche, Arcos en maternidad y Gibernau en urgencias de pediatría. Todavía no han podido cambiar de horario. "La nocturnidad tiene muchos problemas, no trabajas bien, hay mucha frustración. No te sientes como un profesional de la enfermería que trabaja con personas, sino como una máquina de la salud", que debe resolver la ecuación "problema-solución y fuera, problema-solución y fuera", afirma Arcos. Su marido confiesa sentirse "algo antisocial porque tienes la vida social algo mermada". A los problemas de alimentación y sueño, se añaden las dificultades de formación continuada y la ausencia de otros profesionales que apoyen a la enfermera durante la noche. "Cuando surge un problema, yo me lo guiso y me lo como", dice Arcos. Con sus horarios, ni se plantean tener niños: "serían hijos de alquiler", afirma Gibernau.
Ana Cortés lleva 20 años en el mismo centro sanitario en el puesto de canguro, una figura laboral que cubre todos los fines de semana y festivos de sus compañeros enfermeros. Sin poder cambiar su situación, que ha empeorado su vida personal, dice sentirse "el último mono del hospital". Habitualmente cubre servicios que no domina: "me toca a la UCI, pues a la UCI". El otro día, comenta, la llevaron a urgencias con taquicardias, "me pongo muy nerviosa, me aparecen herpes y contracturas y tengo que ir a rehabilitación". Se ha planteado muchas veces abandonar. Intenta solucionarlo como puede: "Me apunto a todos los cursos de estrés para ver si de una vez por todas consigo canalizarlo". Según Arcos, "contracturas tenemos todo el personal sanitario" y la falta de traumatólogos o fisioterapeutas dedicados a la enfermería les obliga a buscar "terapias naturales, masajes".
La otra cara de la moneda es Rosa Corrons, de 54 años. Trabaja desde 1977 en el servicio de urgencias del Hospital de Bellvitge, en l'Hospitalet. Reconoce que en el mundo de la enfermería hay mucha depresión. A ella no le afecta su trabajo, a pesar de sufrir situaciones complicadas: "Procuras superarlo y darle la vuelta, te autoproteges". Corrons encuentra el servicio de urgencias estresante, pero "si es necesario discutir un problema, lo hago". Su entorno laboral la ayuda porque lleva muchos años trabajando junto a los mismos compañeros y ya saben cómo funciona todo. Sin embargo, mientras muchas de sus colegas aspiran a pasar a la asistencia primaria, Corrons nunca ha querido cambiar.
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