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Reportaje:

La City no teme a la 'Armada española'

El Reino Unido celebra la irrupción de empresas en mercados clave

El súbito desembarco de empresas españolas en el Reino Unido ha provocado evocaciones de la Armada Invencible, pero los ingleses no sólo no han enviado al pirata Drake a combatirla, sino que, superadas las reticencias iniciales, le han dado una cariñosa bienvenida. Al menos así ha sido hasta que el Gobierno de Zapatero ha puesto obstáculos al desembarco de E.ON en Endesa.

El desembarco ha despertado curiosidad, y ha dado una pátina de modernidad y eficacia a la economía española
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Europa blinda sus empresas nacionales

El desembarco español en Inglaterra lo abrió el Santander con la compra del banco Abbey National por 13.000 millones de euros, en noviembre de 2004. Lo continuó Telefónica al adquirir la móvil O2 el año pasado por 26.000 millones de euros, y pretende culminarla Ferrovial, que ha anunciado que se plantea presentar una oferta por BAA, la compañía que gestiona, entre otros, los aeropuertos de Heathrow, Gatwick y Stansted.

Los analistas británicos ven con buenos ojos la llegada de la Armada española -en recuerdo del ejército naval que Felipe II envió a conquistar Inglaterra en 1588 y acabó siendo destrozada por un huracán al oeste de Irlanda- porque consideran beneficioso para la economía británica la entrada de capital exterior. La nacionalidad de los propietarios de las empresas, que tanto inquieta en el continente, no es un problema en las islas, con una economía mucho más desregulada pero también una mentalidad más abierta. Las empresas británicas son un buen objetivo para competidores de otros países porque el Gobierno no suele poner obstáculos a la llegada de gestores extranjeros.

Presencia en sectores vitales

Y no es que los extranjeros no estén presentes en sectores que puedan ser considerados vitales desde el punto de vista político. Por ejemplo, la industria financiera es clave. En la City trabajan más de 700.000 personas, un 40% de ellas directamente relacionadas con las finanzas. Más de la mitad de las empresas allí instaladas están en manos de extranjeros. ¿Es eso un problema? Al contrario. Lo importante para el país era que Londres se consolidara como el centro financiero europeo, algo que parecía en peligro -o, en todo caso, no seguro al 100%- al quedarse el Reino Unido fuera del euro.

La entrada del Santander en Abbey fue recibida con cierto sarcasmo al principio. No porque se tratara de una entidad extranjera, sino por ser un banco español. Los ingleses, que al sur de los Pirineos sólo conocen el sol, la playa y la cerveza barata, no sabían que la banca española es más rentable y está en general mejor gestionada que la británica. El Santander ha aumentado en un 35% los beneficios de Abbey, ha cambiado su política comercial y sobre todo ha ido adelgazando la plantilla del back office en beneficio del trato directo con el cliente. Al llegar, los gestores españoles anunciaron una reducción de 4.000 empleos y ahora un recorte adicional de otros 2.000. Con ojos españoles, eso es un desastre. Con ojos británicos, es una manera de rentabilizar la compañía y beneficiar al inversor. Los británicos creen que lo importante no es mantener el empleo en empresas que no lo necesitan, sino crear las condiciones para que los desempleados de un sitio encuentren cuanto antes empleo en otro.

Hubo más admiración que recelo cuando Telefónica desembolsó 26.000 millones de euros en efectivo por O2, la única compañía de móviles británica y probablemente la más dinámica del Reino Unido. Los analistas sí empezaron a subrayar entonces que las empresas españolas tienen la ventaja comparativa frente a sus competidoras de poder desgravar en casa las inversiones en el exterior.

El anuncio de Ferrovial de que aspira a presentar una oferta por BAA no ha hecho más que forjar la leyenda de la Armada española. Aunque se trata de un sector bastante sensible, el transporte aéreo, y de que -en el caso de cerrarse la operación- pasaría a manos extranjeras el 70% de los vuelos comerciales en el Reino Unido, ni la industria ni el Gobierno han puesto objeciones de carácter nacional a la operación.

El desembarco de grandes empresas españolas ha despertado curiosidad y ha dado una pátina de modernidad y eficacia a la economía española. Los medios explican que hay una nueva generación de empresarios educados en Inglaterra o en Estados Unidos, con mucho dinero en el bolsillo tras un decenio de crecimiento sostenido y con ansias de extender a Europa la expansión comercial que empezó con la conquista de América Latina. El Reino Unido es el mercado ideal, sin obstruccionismos patrióticos. Por eso ha sorprendido que el presidente Rodríguez Zapatero reaccionara con tanta rotundidad contra el desembarco de la alemana E.ON en el mapa eléctrico español. Cuestión de coherencia.

Emilio Botín y Luqman Arnold cerraron en 2004 el acuerdo de compra de Abbey National por el Santander.
Emilio Botín y Luqman Arnold cerraron en 2004 el acuerdo de compra de Abbey National por el Santander.EFE

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