_
_
_
_
Reportaje:

Toda una vida contra la tortura

La neuróloga Inge Genefke ha inspirado la premiada película de Isabel Coixet por su dedicación a la curación de las víctimas

"Al principio éramos cuatro médicos daneses tratando de curar a los refugiados que llegaban destrozados por la tortura", recuerda Inge Genefke. Esta neuróloga danesa de casi 68 años fundó en 1974, con otros tres colegas, el Consejo Internacional para la Rehabilitación de las Víctimas de la Tortura (IRCT, en sus siglas en inglés). Ahora, esta organización no gubernamental, la única de alcance mundial radicada en Copenhague, mantiene una red de casi 4.000 médicos en 34 países de todos los continentes, dedicados a curar los tremendos daños físicos, psicológicos y sociales que sufren las víctimas de tortura. "Es peor que la muerte", dice Genefke, "porque morir, se muere una vez, pero cuando te torturan es como si murieras mil veces". Cada año, en los 200 centros de esta red son atendidas unas 100.000 personas. "Muchos de ellos, niños. Se vuelven adultos de un plumazo, porque sus padres se quedan tan debilitados por la tortura que no pueden hacer nada. A veces, los niños se sienten culpables", describe Genefke en un hotel madrileño.

Tal vez les suene su nombre. Si han visto la película La vida secreta de las palabras, de la directora española Isabel Coixet, Genefke es el nombre de la plataforma petrolífera donde nace el amor entre Josef y Hannah, encarnados por Tim Robbins y Sarah Polley. Inge es precisamente el nombre del personaje tranquilo pero endurecido al que da vida Julie Christie. No son casualidades. La cineasta, cuya película se ha llevado cuatro Goyas en la última edición de estos premios del cine español, se ha inspirado en la mujer original para crear esta historia sobre la supervivencia de personajes arrasados por el mal causado por otros seres humanos. El filme es todo un homenaje a la danesa y, de hecho, está dedicado a ella. Esta semana, ambas se han reunido frente a los espectadores madrileños para dar cuenta de esta amistad, en una mesa redonda del programa Ellas crean como parte de las celebraciones de la Semana de la Mujer.

"Al principio no sabíamos nada, pero poco a poco hemos ido aprendiendo todo sobre la tortura. Créame, ya nada me puede sorprender", explica Genefke con voz suave, incluso cuando describe algunas formas horribles de tortura. "Pero hay algo muy bueno, y es que ahora podemos no sólo curar a las víctimas y a sus familias, sino probar legalmente estas torturas y llevar a los torturadores a los tribunales", continúa. "No a todos, porque si no hundiríamos las economías de sus países; son tantos... Pero sí a los que dieron las órdenes, los grandes torturadores".

La combinación de la labor de los médicos y los abogados es para ella una de las claves a la hora de sacar a la luz "toda la tortura en el mundo y acabar con esta lacra de la humanidad". Para ello, el IRCT ha puesto en marcha el "protocolo de Estambul", un programa en el que han participado 244 profesionales de la salud y a 123 especialistas en leyes en los centros de esta organización en Marruecos, México, Georgia, Uganda y Sri Lanka. "Gracias a eso disponemos de abundante documentación, que cualquiera puede consultar en nuestra página web [www.irct.org], sobre qué tiene que hacer un abogado para llevar a término un proceso por tortura y cómo puede reconocer un médico los síntomas y daños para elaborar un certificado con el que la víctima pueda acudir a los tribunales". La organización pone a disposición de quien los pida, gratuitamente, más de 50.000 documentos sobre distintos aspectos de la tortura.

"Isabel ha hecho algo importante con su película para sacar a las víctimas del olvido", dijo Genefke en la mesa redonda celebrada en la Filmoteca Española, previa a un pase del filme. La cineasta apoyó a la neuróloga: "En mi película, Hannah [violada y torturada durante la guerra de los Balcanes] consigue superar los fantasmas de su pasado gracias a la confianza de otra persona. Saber que hay gente con Inge en el mundo me da esperanza. No estamos tan solos".

Inge Genefke, la pasada semana en un hotel madrileño.
Inge Genefke, la pasada semana en un hotel madrileño.RICARDO GUTIÉRREZ

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_