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Columna
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Las brujas

Manuel Rivas

En Truman Capote, el escritor, encarnado y bien encarnado por el actor Phillip Seymour, entrega en prisión un libro al protagonista confidente de los sucesos narrados en A sangre fría. El libro es Walden, o la vida en los bosques, de Henry David Thoreau. Se trata de una película muy documentada y supongo que ese detalle se corresponde con la realidad, pero sentí el alegre pinchazo de quien pilla un guiño inesperado, una especie literaria de Mac Guffin, que era como llamaba Hitchcock a las claves equívocas. Lo que Capote regala al futuro inquilino del corredor de la muerte es uno de los mejores frutos de la libertad humana, tan pertinente para los enrejados de dentro como para los de fuera. El librepensamiento en estado puro, si se me permite la paradoja publicista. Thoreau había publicado antes otro valiente ensayo, el titulado Desobediencia civil (1849), una de las obras que inspiró la lucha pacifista de Mahatma Gandhi. El filósofo naturalista, que había estudiado en Harvard, estuvo una noche en la cárcel por negarse a pagar impuestos a un gobierno que permitía la esclavitud y había declarado una guerra de rapiña a México. A Thoreau lo echaron de prisión porque tenerlo allí era un escándalo y, además, para qué lo querían si era tan austero que no hacía ningún gasto al Estado: "Un hombre es rico en proporción a las cosas que puede desechar". Esa noche de Thoreau entre rejas tiene el simbolismo de la gran Noche americana que ahora denuncian artistas y cineastas. Anda Thoreau suelto por Hollywood: "El pensador auténtico es un caballo que cuando llega la primavera deja todo su pienso atrás y se lanza a buscar hierba fresca". Este año, Hollywood ha dado la vuelta de tuerca más inteligente de su historia. Ha conseguido que hablemos más de cine, de buen cine, que de oscars. Y todavía más. Que al hablar de cine hablemos en primer lugar de ideas y de industria, sí, de la industria de la libertad. La sal de la tierra. Ése era el título de la película por la que se jugó literalmente el pellejo Herbert Biberman, uno de "Los diez de Hollywood", una de las brujas quemadas por la intolerancia. Vuelven las brujas y los caballos indómitos para rescatar el cine de la chatarra virtual.

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