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Un Abu Ghraib afgano para 45.000 presos

La prisión de Policharki es uno de los mayores agujeros negros en los últimos 25 años de la violenta historia de Afganistán. En los tiempos de control comunista y soviético, decenas de miles de prisioneros cruzaron sus muros de piedra y estuvieron encerrados en pequeñas celdas con 40 presos cada una. Miles de ellos nunca lograron salir con vida, murieron a causa de las torturas o fueron ejecutados.

La construcción del penal comenzó en la década de los setenta, pero su fama procede de los primeros años de la invasión soviética (1979-1989), cuando el servicio secreto afgano, creado por y a imitación del KGB, asesinó en ella a miles de opositores. El jefe de ese servicio era Mohamed Najibulá, que llegó después a presidente del país hasta 1992, cuando los muyahidines le expulsaron del poder y tuvo que refugiarse en la ONU. Con el hundimiento del régimen prosoviético, miles de presos fueron liberados. Pero cuando los talibanes conquistaron Kabul en 1995, la cárcel volvió a llenarse y se escucharon de nuevo historias de torturas, malos tratos y malnutrición. En 1996 los talibanes sacaron a Najibulá de su escondite, le castraron y colgaron su cadáver con la boca llena de billetes de un semáforo de la capital. Fue ese régimen talibán el que ordenó construir dos nuevos bloques hasta llegar a los 18 actuales, con el fin de albergar en ellos a las mujeres presas.

La intervención estadounidense en noviembre de 2001, que provocó la caída del régimen talibán, volvió a vaciar la cárcel: los presos aprovecharon del desconcierto militar para regresar a sus casas. Con el Gobierno de Hamid Karzai se volvió a llenar, esta vez de talibanes y militantes extranjeros de Al Qaeda. Desde lejos, Policharki parece una fortaleza medieval. Pero tras el motín del sábado parece una fortaleza sitiada por cientos de soldados que tratan de evitar una huida masiva.

La prisión fue construida para albergar hasta 45.000 presos. Es el Abu Ghraib afgano que, como la prisión iraquí, sirve en todos los regímenes.

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