Un pitillo, dos días sin sueldo
Llevaba cuatro horas en el tajo. De largo, ya había amanecido; eran las 10 de la mañana del 20 de enero. Se levantó y prendió un marlboro. El trabajo de Félix Puente, electricista y fumador empedernido, consiste en comprobar que los generadores eólicos, los que se alimentan de las astas de los molinos de aire, funcionen correctamente. "Encendí el cigarro, sin pensar, por instinto, y tuve la mala suerte de que pasó el gerente y me pilló". Félix, al otro lado del teléfono, desde su casa de Reinosa, en Cantabria, cuenta también que 40 de los 55 años que tiene han transcurrido en la empresa de electricidad aplicada Cantarey, que, con 300 empleados, se dedica a trabajos de electricidad aplicada. "El gerente me dijo: '¿No sabe que está prohibido fumar?' Pensé que el asunto quedaría ahí, pero luego recibí la sanción: dos días de suspensión de empleo y sueldo, por falta muy grave, que eso es lo que más me duele, asegurando que he puesto en peligro a la empresa y a mis compañeros".
No ha sido el Gobierno de Cantabria el que le ha castigado, sino su empresa, cuya versión intentó conseguir sin éxito este periódico, aplicando el convenio. ¿Era la primera vez que fumaba desde el 1 de enero? "Bueno...", confesaba Félix el miércoles, mientras cumplía uno de los días de suspensión. "Fumar", dice, "significa abandonar el puesto de trabajo. Se tarda más tiempo en gestionar el permiso que en abandonar la factoría".
El electricista ha denunciado a la empresa:el viernes se celebra el juicio. Mientras, abroncado por el médico, intenta rebajar sus tres cajetillas diarias. "Ahora estoy en una, y quiero dejarlo".
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