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Al poder tras una revuelta popular

Gloria Macapagal Arroyo conoce bien las revoluciones populares en Filipinas: gracias a una de ellas llegó a la presidencia en enero de 2001 en sustitución del ex actor Joseph Estrada, en la cárcel por corrupción. En 2004, la presidenta renovó su mandato, esta vez en las urnas, en unas polémicas elecciones en las que la oposición le acusó de cometer un fraude masivo.

Después de cinco años en el poder, esta mujer menuda de 56 años, de fuerte carácter, hija de Diosdado Macapagal, presidente (1961-65) antes de Ferdinand Marcos, y compañera de clase de Bill Clinton en una universidad de EE UU, no ha logrado resolver ninguno de los grandes problemas de Filipinas: la corrupción y la pobreza crónica. Su reforma fiscal no ha tenido el impacto esperado en la economía ni en el bolsillo de los ciudadanos, entre los que crece el descontento.

Macapagay Arroyo es una firme aliada del presidente norteamericano George W. Bush, en la lucha contra el terrorismo internacional y ha abierto el país a las tropas estadounidenses que asesoran al Ejército en la lucha contra las diversas guerrillas que hay en el país, sobre todo la extremista islámica de Abu Sayyaf en Mindanao.

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