Vendedores de certeza
Tiene todos los síntomas de las películas de guión y rodaje notablemente superior a las dos horas de duración y que, por razones comerciales, han sido recortadas en fase de montaje. Aunque lo verdaderamente sorprendente es que una cinta tan del montón como Apostando al límite aspirara a contentar al espectador durante más de 120 minutos sin que éste desconectara sin remedio. Así que, sin poder poner la mano en el fuego sobre el hecho de que realmente sea una obra en la que sus responsables han hundido en su fase postrera la siempre mortífera guillotina, al menos sí se puede decir que está narrada a trompicones y que ciertas tramas secundarias aparecen y desaparecen sin explicación alguna: por ejemplo, la de la chica rubia que liga con el protagonista, interpretado con su habitual chulería de vaquero de sonrisa ultrablanca por Matthew McConaughey; y la del mafioso millonario al que pone rostro Armand Assante.
APOSTANDO AL LÍMITE
Dirección: D. J. Caruso. Intérpretes: Al Pacino, Matthew McConaughey, Rene Russo, Armand Assante. Género: drama. EE UU, 2005. Duración: 122 minutos.
Apostando al límite, dirigida por D. J. Caruso, autor de la nefasta Vidas ajenas (2004), comienza como un tópico drama deportivo (futbolista de éxito con una difícil relación paterno-filial que, en el momento de llegar a la cumbre, se hunde a causa de una grave lesión), para adentrarse después en una espiral de negocios lejanamente inspirada en películas como Wall Street: es decir, tiburón de las apuestas deportivas que elige a un ahijado al que enseñar-exprimir mientras éste resulte rentable para sus operaciones mercantiles de asesoramiento de pequeños apostantes. Sin embargo, ni la dinámica de la empresa está bien explicada como para que el espectador se sienta partícipe, ni la historia personal se aleja de unas cuantas obviedades, ni el guión tiene la suficiente altura dramática como para que la ludopatía sea analizada de forma más o menos interesante.
Como sus protagonistas, que venden a sus clientes nada menos que certeza (son una especie de gurús de las quinielas), la película no vende más que humo, en este caso ayudada por la presencia de un grande como Al Pacino, incomprensible mentor y alma máter de semejante despropósito. Pacino está magnífico, incluso sobrado, y sin la sobreactuación en la que cayó en determinadas películas de la década de los noventa. Lo extraño, en cambio, es ver a un intérprete de su calibre en una película tan menor como Apostando al límite, quizá ideal para que gente como McConaughey marque músculo, pero en modo alguno para que Pacino muestre su talento con diálogos de usar y tirar.
Babelia
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