El reto energético

Diversos acontecimientos recientes, desde la escalada del precio del petróleo, la política nuclear de Irán o el contencioso entre Rusia y Ucrania, deberían obligar a la Unión Europea a poner en marcha de una vez por todas las medidas necesarias para llevar realmente a la práctica la liberalización del mercado del gas y la electricidad, aprobado en 2003. Francia, Alemania, Bélgica, Holanda y Luxemburgo están negociando un mercado propio como ya lo tienen los países escandinavos. Mientras, España y Portugal siguen atascados en el desarrollo de un mercado ibérico de la electricidad acordado hace dos años. La liberalización del sector es otra de las asignaturas pendientes de la UE. El escaso progreso cuestiona la voluntad de integración y pone en evidencia la miopía de los propios socios, empeñados en no romper el actual régimen de casi monopolio. Bruselas ha advertido que se dispone a sancionar a las empresas que continúan poniendo trabas a la apertura del mercado.

La comisaria de Competencia, la holandesa Neelie Kroes, adelantó la semana pasada que su departamento se plantea abrir expediente sancionador contra varias de las compañías más poderosas del sector por presunto abuso de posición dominante y falta de transparencia. La decisión parece lógica, aun cuando resulta inusual anunciarla de antemano. Las miradas apuntan sobre todo a la alemana Eon y a la francesa Électricité de France, pero no es descartable tampoco que afecte a la española Endesa.

La energía será uno de los temas de la agenda de la cumbre europea de finales de marzo. No puede ser de otro modo ante un panorama incierto debido al alza del petróleo, la inseguridad en el suministro, la fuerte dependencia exterior, el lento proceso de interconexiones entre países, la inconcreción en el desarrollo de energías renovables o la falta de trasposición de las directivas comunitarias a las legislaciones nacionales (España ha sido llevada por la Comisión al Tribunal de Luxemburgo).

La investigación abierta por la Comisión Europea hace siete meses revela que la concentración sigue siendo muy grande, no hay voluntad de integración comunitaria, la falta de transparencia es endémica, hay barreras enormes para las compañías que aspiran a entrar en el mercado y se dan prácticas anticompetitivas en las tarifas. La consecuencia, por desgracia, la paga el consumidor, al tiempo que deja a la propia UE al albur de circunstancias exteriores imprevisibles, como sucedió el pasado enero con el incidente entre rusos y ucranios.