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Reportaje:Tres historias de un pasado que no muere | NAZISMO

Europa responde a la rapiña nazi

Isabel Ferrer

La devolución, por razones morales, de las obras de arte robadas por la Alemania nazi a los judíos durante la II Guerra Mundial ha modificado el concepto tradicional de museo. Ya no hay conjuntos inalterables de cuadros, sino colecciones en movimiento.

En Holanda, la familia del coleccionista Jacques Goudstikker recibirá 202 cuadros procedentes de 14 museos. En Viena, el palacio de Belvedere se ha despedido de cinco telas de Gustav Klimt. Serán remitidas a Maria Altmann, de 89 años y descendiente de la familia Bloch, expoliada por los nazis. En Berlín, los hijos del coleccionista Hans Sachs reclaman al Estado la obra gráfica (3.500 grabados y carteles) dejada por su padre al exiliarse a E E UU en 1938. Y en el Reino Unido, la casa Sotheby's acaba de subastar por nueve millones de euros Día de verano (1904), de Edvard Munch. El vendedor, Fred Olsen, es hijo de un magnate que escondió 36 lienzos de Munch en una remota granja de Noruega.

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La suerte de los Klimt vieneses es muy llamativa por el lugar ocupado en la historia del arte por el artista. Figura clave del art nouveau y del simbolismo, tanto la famosa tela Adèle dorada (1907), ahora devuelta, como El beso, que permanecerá en el Belvedere, son dos de las imágenes más reconocibles de su género. Se da la circunstancia de que la modelo para la primera, Adèle Bloch, era amiga del artista. A Ferdinand Bloch-Bauer, esposo de Adèle y tío de Maria Altmann, le robaron su colección de Klimt durante la ocupación nazi de Austria. Entre los cuadros que esta octogenaria estadounidense recibirá hay un retrato más de su tía. El lote lo completan Bosque de Abedules (1903), Manzano (1912) y Casas en Unterach sobre el Attersee (1916).

Valorado en 250 millones de euros, el quinteto resultaba demasiado caro para que el Gobierno austriaco lo conservara en las colecciones públicas, según la ministra de Cultura, Elizabeth Gehrer. Poco después de sus declaraciones, un tribunal arbitral falló a favor de la heredera. De todos modos, el canciller austriaco, Wolfgang Schüssel, recordó que la ley que facilita estas operaciones, en vigor desde 1998, ha permitido la restitución de más de 5.000 obras de arte. En Holanda, el debate ha profundizado en la esencia misma de los museos. El más afectado por la devolución, Bonnefanten Museum, de Maastricht, perderá 38 óleos de Anthonie van Dyck y Filipino Lippi, entre otros. A su director, Alexander van Grevenstein, le parecería lógico recibir una compensación "por los gastos de restauración de las obras". Pero el Gobierno no piensa hacerlo.

El Rijksmuseum de Amsterdam, que se despide de 11 cuadros del Siglo de Oro, prefiere abordarlo como una oportunidad. Su director, Ronald de Leeuw, ha propuesto cubrir los vacíos de todos "con lo que haya en los fondos de salas tan bien provistas como la nuestra, Maurtitshuis (La Haya), o Boijmans Van Beuningen (Rotterdam)". Se pasaría así del museo que estudia y restaura sus obras de siempre a una especie de colección nacional compartida.

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