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Columna
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¿Víctimas culpables?

La mayor incógnita en torno al ciudadano belga que murió cuando era detenido por la policía en Marbella es saber si bebió o no. Su madre y algunos conocidos lo niegan. Los agentes que le salieron al paso dicen que parecía ebrio y tenía una actitud agresiva. La prueba del alcoholímetro practicada al cadáver no ha sido suficiente. Los forenses no han podido comprobar si el hombre hacia eses o caminaba con normalidad, ya que cuando se llevaron el cuerpo iba ya con los pies por delante. Las vísceras han sido remitidas a un instituto toxicológico. Hasta que lleguen los resultados, este ciudadano además de muerto está todavía bajo sospecha. ¿Por qué es tan determinante que hubiera o no tomado alcohol? No se ha podido demostrar que darse un chapuzón en el mar, tras haberse tomado un par de copas, y salir dando gritos de la playa, conlleve un elevado riesgo de morirse. Por lo tanto, lo esencial en este suceso fue que a la vuelta del baño se encontrara por el camino con agentes de la policía. Tan presuntos inocentes de no haberle dado una paliza, como presunta inocente es la víctima de no haber tomado alcohol y estar por ello enfurecido.

En Roquetas de Mar también falleció un agricultor tras encontrarse con otro grupo de agentes. Fue en el cuartel de la Guardia Civil. Pero aquí ya quedó clara la culpabilidad del muerto. El informe forense concluyó que la causa del fallecimiento fue la reacción adversa al consumo de drogas. Ahí se acabó la presunción de inocencia de la víctima. Por ello, la juez ha dictado un auto contra los nueves guardia civiles por los delitos de trato degradante y lesiones. No hubo homicidio, entiende la juez. Este agricultor, si no llega a estresarse por el consumo de drogas, se hubiera curado de la paliza en 20 días.

Vivimos en un Estado de Derecho muy garantista, afortunadamente, con el acusado, pero a veces injusto con la víctima. Hay que partir de la presunción de inocencia del detenido, pero en ocasiones se olvida que también debería ser presunto inocente el agredido, que en los casos anteriores ni siquiera está para defenderse. Por eso, tampoco se entiende que la ministra de Sanidad pida un informe sobre la relación entre la siniestralidad laboral y el consumo de alcohol. En el año 2005 hubo en España 990 muertos en accidentes de trabajo. Los sindicatos advierten que este hecho está muy ligado al empleo precario, la falta de medidas de seguridad y la subcontratación. Se realizan campañas de prevención, apoyadas por instituciones públicas que luego no aumentan los inspectores que deben velar por su cumplimiento. Pero ahora resulta que los accidentes son consecuencia de que el albañil se sube al tajo tras tomar un carajillo. ¿A algún juez se le ha ocurrido pedir la prueba del alcohol a un policía cuando se le va la mano, o la prueba de las cigalas y el Ribero del Duero a los constructores que ganan más dinero ahorrando en seguridad? ¿Bebió o no el superintendente de la policía de Marbella cuando el pasado sábado decía en EL PAÍS, refiriéndose al belga fallecido: "Al entrar en los establecimientos, la gente se apartaba, porque ese pedazo de bicho, desnudo corriendo hacia ti, hace que te asustes"? Que tranquilidad daría creer que el jefe de la policía estaba ese día bebido.

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