Diccionario con teorías

Si alguien está interesado en explicar -o explicarse- la función Cobb-Douglas o recordar qué es el índice de Lerner, puede preguntárselo a un profesor de Economía o recurrir a un diccionario. La disciplina económica es tan flexible que rara vez permite conceptos unívocos o, por decirlo de manera más exacta, una interpretación única de los conceptos y de su utilización como instrumentos de acción práctica. Esteve y Muñoz de Bustillo han construido precisamente eso, un diccionario de economía al modo como se construyen hoy los diccionarios, es decir, con explicaciones muy amplias de cada concepto. Con ánimo de crear escuela, desde luego.

Dejando al margen la utilidad general de los diccionarios, que no provoca entusiasmos en todos los estudiosos, resulta evidente que los de economía suelen estar orientados -por sus autores, se entiende- hacia dos tipos de lectores. Por una parte se trata de satisfacer la curiosidad -mediante la consulta rápida- de quienes saben y conocen de economía, pero no están al tanto de las novedades digamos doctrinales en el campo económico. Es muy posible conocer al dedillo los textos de Marshall pero desconocer lo último sobre integración vertical, por poner un caso que podría haber estado de moda con motivo de la famosa OPA de Gas Natural sobre Endesa; podría, pero no está, que conste. Pero es que además del público con oficio o simplemente con inclinación a la economía existe un grupo numeroso de ciudadanos que simplemente se ven afectados por decisiones de sus gobernantes, sus bancos, sus suministradores de teléfono o de electricidad, que desean saber cómo y por qué se les suben los impuestos, las tarifas o las comisiones que paga por cada cheque u operación. Incluso puede advertirse un estrato de interesados en explicarse de qué manera tan atrabiliaria funciona la distribución de renta en el mundo que es capaz de producir desde la pobreza extrema en vastas regiones africanas hasta la destrucción de productos y materias primas en otras zonas para mantener los precios, como dice la paradoja clásica y tópica.

Conceptos de economía se dirige fundamentalmente a las categorías primera y tercera. Se parece más a un texto en el que se quiere resumir y explicar -y esto último resulta saludable- las teorías económicas que permiten comprender la evolución global de la economía. Y, por tanto, el éxito del libro dependerá en gran medida de su capacidad para reproducir los nuevos conceptos que se están apoderando de la opinión pública. A este respecto, la comprobación más evidente sería el tópico de la globalización, que en el texto recibe un tratamiento amplio y más que correcto: seis páginas bien escritas y suficientes para entender de qué va el gran fetiche económico de nuestro tiempo. Pero como es necesario buscar comprobaciones menos evidentes, resulta que el artículo sobre pobreza es igualmente satisfactorio, o que la voz ética, que en la economía contemporánea resulta tan relevante, porque finalmente la economía de mercado encuentra una fundamentación sólida en la llamada ética empresarial -se parezca o no a otras éticas-, cuenta con una exposición clara y bien relacionada con otros conceptos relacionados, como el riesgo moral o los fallos del mercado.

Es posible, por supuesto, encontrar grietas en el contenido; sobre todo si se buscan. Se advierte, por citar una, una atención menos intensa a los problemas de competencia y regulación de los mercados, que cuentan hoy con agudos debates y enfrentamientos teóricos en la amplia literatura disponible en el mercado. Pero, sin duda, es un detalle menor; ni éste ni otras deficiencias de escasa cuantía empañan la solidez teórica del intento, sobre todo si se juzga de acuerdo con los presupuestos de partida del diccionario, que no pretenden ser omnicomprensivos ni agotar el universo económico. Para eso sería necesario más de un libro. En todo caso, la iniciativa de Esteve y Muñoz de Bustillo debería servir como estímulo para que aparezcan nuevas publicaciones con el mismo propósito.