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Columna
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Alcaldada en su salsa

Aunque estaba más que cantado, el alcalde de Alicante anunció el jueves, por los micrófonos de Onda Cero, el despido de Lluis Cantallops, urbanista que dirigía el equipo redactor del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU). A partir de ahora, la ciudad está, más que nunca, en manos de Luis Díaz Alperi. La noticia no entraña ninguna novedad, pero sí ha ocasionado más de un sobresalto e incluso desconcierto, entre los propios ediles del PP: desde hace algunos años son los promotores -o el promotor- quienes imponen el modelo de planeamiento, que se perpetra impepinablemente al dictado del alcalde. "La ciudad soy yo". Por cierto, que el mismo día de las declaraciones de Díaz Alperi, el cronista recibió a una señora que le describió, muy lúcida y minuciosamente, cómo hubiera deseado que fuera Alicante. La señora es florista, quizá por eso su descripción tenía el perfume de la ciudad y de su memoria: las cornisas, los aleros, las casas de almagre sobre la bahía, el encaje de un edificio demolido, los jardines naufragados en cemento, las calles y las avenidas abiertas en canal. Pero, usted sabe, dijo de pronto, que todo este espacio es una ofrenda a la especulación, una rapiña y un abandono de muchos en quienes depositamos nuestra confianza, y a los que ahora habría que sentarles la mano, por todos los estragos cometidos. Qué alcaldesa nos perdemos, pensó el cronista, cuando el relevo ya queda a poco más de un año. Entre tanto, el anuncio del despido o de la rescisión del contrato de Cantallops dejó en las batuecas a las filas zaplanistas. Pedro Romero, portavoz del grupo municipal popular, aseguró que la decisión de Díaz Alperi no se había tratado en el gobierno local. Y el presidente provincial del PP, José Joaquín Ripoll, la calificó de traumática, lo que no deja de ser un eufemismo, y encima se refirió a la conveniencia de concluir el planeamiento, después de una larga y problemática espera. En tanto a los zaplanistas un leal servidor de Camps les daba esquinazo, en un asunto de muy considerable calado urbanístico, a los campistas los abatía, en Benidorm, aunque sin demasiado ímpetu, la candidata y consejera Gema Amor, con la divisa de Zaplana. Se están machacando estas familias, y terminarán socarradas, aunque el humo no salga de sus cuarteles. Pero, en el fondo, opina el cronista, al alcalde Díaz Alperi se le importa una higa las degradantes guerras intestinas de sus correligionarios. Lo que quiere es pintar la ciudad a su imagen y conveniencia, y salir por piernas, cuando le llegue el turno, dejándonos un PGOU bien pringado. Según el gerente de Urbanismo, Enrique Sanus, el Ayuntamiento, es decir, los ciudadanos que ya les pagan sus buenos salarios a los concejales, tendrán también que hacerse cargo de los 360.000 euros que se le deben a Lluis Cantallops, más lo que cobre el nuevo equipo redactor que se contrate. Esta gente no tiene empacho alguno en disponer de los dineros públicos, a su antojo. Toda una alcaldada, en su salsa. Así lo ha dicho la oposición, tanto socialista como de EU, y lo ha rubricado rotundamente la Plataforma de Iniciativas Ciudadanas. Y eso sin echar mano aún de los superlativos.

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