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Reportaje:HISTORIA DEL ARTE

'El gótico', el brillo de la fe

EL PAÍS presenta el sábado, por 9,95 euros, el cuarto volumen de la Historia del Arte

Cuando apenas habían conseguido los artistas abovedar sus iglesias, y los normandos rodearlas de muros, otra idea surgió que hizo parecer anticuadas aquellas recogidas iglesias románicas. Ocurrió en el norte de Francia. Fue allí donde los artistas dieron un paso de gigante cuando levantaron sus edificios religiosos a base de delgados pilares y nervaduras, cruzaron arcos y tallaron cúpulas. Había nacido el gótico. Bajo su influencia, los arquitectos comenzaron a construir iglesias como si fueran invernaderos, edificios de piedra y cristal que se desplegaron por las ciudades francesas a mediados del siglo XII y avanzaron hasta bien entrado el XVI.

Las grandes catedrales fueron concebidas con tal magnificencia que, cuando llegó su conclusión, muy pocas se parecían a lo proyectado en su comienzo. El gótico, cuarto volumen de la Historia del Arte que se pone a la venta mañana, sábado, muestra los entresijos de un estilo que causaba admiración y devoción. Porque las catedrales góticas asombraban a los fieles. Eran construcciones maravillosas, llenas de vidrieras coloreadas que se inflamaban con los rayos del sol. En las nervaduras de sus columnas, el oro centelleaba. Vencida la oscuridad, la fe llegó a brillar como si alguien la hubiera dotado de una alegría desconocida.

El nuevo estilo adoptado por los burgueses se extendió por todo el norte de Francia: Chartes, Noyons, Amiens... La catedral dedicada a Nôtre Dame, en París, fue la máxima expresión de belleza y refinamiento. Bajo sus arbotantes y gárgolas, bellamente talladas con demonios y animales mitológicos, se cocieron leyendas como la de El Jorobado que siglos más tarde desarrollaría el escritor Victor Hugo. La influencia de los reyes de Francia y la expansión de la Orden del Císter fueron las responsables del triunfo del gótico y el estallido de una cultura, la de la Europa de las catedrales. Después del año 1200 brotarían aquellas grandes edificaciones en Inglaterra o en la Renania alemana y, por supuesto, en España: Burgos, Toledo, León...

La arquitectura civil adoptó pronto los criterios arquitectónicos del gótico religioso. Palacios, lonjas, monasterios, puentes y hospitales se beneficiaron de la bóveda de crucería con arcos diagonales independientes y arcos en ojiva. La escultura y la pintura cuajaron también en este estilo grandes obras. Bellas tallas de santos con expresión en sus rostros y movimiento en sus cuerpos decoraron las columnas y pórticos de las iglesias y los mejores artistas pintaron maravillosos retablos para los altares. Los artistas góticos deseaban comprender la fórmula de vestir los cuerpos y mostrar la estructura del cuerpo humano que les había llegado a través del arte griego y romano. Las Vírgenes que tallaban los orfebres sostenían sobre su cadera al Niño Jesús formando una delicada ese.

La conexión con el imperio bizantino de algunas ciudades de Italia ralentizó en un principio la entrada del nuevo espíritu de los maestros góticos. Pero Bizancio facilitó al mismo tiempo el gran salto de la pintura florentina al gótico. Fue Giotto quien dio un paso al frente con sus frescos, así llamados al tener que pintar sobre la pared cuando el yeso estaba aún húmedo. Giotto, contemporáneo del poeta Dante Alighieri, fue uno de los primeros en reflejar la impresión de profundidad sobre una superficie plana e inauguró una nueva era en la pintura y en el reconocimiento social del artista.

La mayoría de los países de Europa fueron artísticamente góticos y afrancesados. A principios del siglo XV, en lo que se vislumbra como un nuevo periodo, en Dijon, con el mecenazgo de los Duques de Borgoña, y en los Países Bajos, florecen las artes con el protagonismo de los hermanos Van Eyck (Hubert y Jan). Ellos dieron a las Madonnas una calidez y humanidad inconcebibles hasta entonces. Jan van Eyck revolucionó la pintura flamenca con una obra maestra, Los desposorios de los Arnolfini. Campin, y más tarde Van der Weyden, continuaron la tradición con grandes retablos y cuadros de esta pintura que ha pasado a la historia como gótica flamenca.

El jinete del interior de la catedral de Bamberg.
El jinete del interior de la catedral de Bamberg.

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