Muerte en la carretera M-45
La pasada madrugada del viernes, mi primo, un chico de tan sólo 35 años, y padre de dos niños pequeños, se mató en la M-45. Mala suerte.
Su moto se encontró con un obstáculo, perdió el control, y se cayó en mitad de la autopista. Mala suerte. Pronto supimos que ese obstáculo era la rueda de un camión.
Este camión, que circulaba por la vía contraria, perdió, literalmente, dos ruedas, con tan mala suerte que una de ellas saltó la mediana y fue a toparse con la moto de mi primo.
Lo que ya no es mala suerte, sino inhumano, inmoral y canalla es que, después del accidente, a mi primo le pasaron por encima hasta cinco coches.
¡Y no paró ninguno!
Por favor, no me digan que no se dieron cuenta de que eso que estaba en el suelo era un cuerpo humano.
Mi primo era un tiarrón de cerca de metro noventa y bastante fuerte. ¿Y nadie lo vio? Y si lo atropellaron, que puede pasar, porque era oscuro e iban a mucha velocidad, ¿no pudieron parar a ver si podían hacer algo?
¿Qué pasa, llegaban tarde al trabajo y eso era más importante que auxiliar a un ser humano?
Mi primo también iba al trabajo, y tenía prisa.
Pero estoy segura de que hubiera parado.
Porque es un delito no hacerlo, y se llama denegación de auxilio, porque es lo que hay que hacer, pero, sobre todo, porque él era de las personas que parece que ahora escasean, que, si ven sufriendo a un semejante, se paran a ver si pueden ayudarle en algo. Y fue una de estas personas la que por fin paró.
Un camionero que, horrorizado por lo que estaba viendo, atravesó el camión impidiendo que nadie más pasase por encima a mi primo.
Espero que lea esto y le llegue el agradecimiento de toda la familia, y que sepa que todos pensamos como él: que ojalá todos los que atropellaron a ese cuerpo tendido en la autopista y no pararon no puedan dormir en mucho tiempo.
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