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Columna
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Consecuencias

No es la primera vez que me ocurre que cuando voy a escribir la columna me doy cuenta de que preferiría repetir lo que hice en el 2000, que ante la campaña electoral de las legislativas estuve varias semanas escribiendo columnas mironianas (así las llamó, celebrándolas, Vicente Lluch, presidente honorario del Club Jaume I) sobre las golondrinas, la flor del almendro, los cerezos, las arenas de febrero... para no escribir lo mismo que casi todos y, concretamente, para no herir más a mis amigos políticos autistas de entonces, empeñados en neutralizarse a cambio de nada en las citas electorales.

Me parece pues innecesario sumarme a la voraz y floral bacanal periodística dedicada a castigar a Pla, porque no me parece decente que pague el único que arriesgó, cuando los hipotéticos pero desagradecidos beneficiarios de su apuesta y los inmovilistas que la apearon pasan por no haber roto un plato.

Porque, por ejemplo, EU ya dijo que aun votando los socialistas sus dos enmiendas (la rebaja del 5% al 3%, y el overbooking de idioma valenciano en el Estatut) no iba a dar el sí al Estatut, es decir, que el reconocimiento de antemano que brindaban a Pla fue un auténtico lujazo (como dicen los pijos) de inteligencia política y savoir faire; porque, el siempre inefable Bloc anunció con cierta antelación, con la trompetería alusiva de rigor y como conclusión de su reciente Congreso, que el objetivo prioritario de la formación es desalojar al PP del Gobierno de la Generalitat, es decir, un guiño espectacular para colaborar a implementar (como dicen los politólogos anglosajones) el éxito del órdago de Pla. Con semejante disponibilidad, desde luego, el acuerdo entre socialistas y populares para facilitar el acceso (por separado) de EU y Bloc a las Corts Valencianes (CC VV) sólo hubiera sido posible si el PP se sentía en pecado mortal, y conmovido cristianamente por su actitud pudibunda ante el clamor democratizante, entregaba el 3% como penitencia.

Así las cosas, hablar de maniobras envolventes, de presiones inconfesables, de resbalones o victorias es una bonita manera de perder el tiempo, de desdibujar los contenidos de todo lo ocurrido y de negarse ante las evidencias: Pla nunca estuvo sólo en el resbalón.

Ahora, por ejemplo, después de salir del articulado del Estatuto el 5%, y con las modificaciones que introduce este en algunos aspectos del sistema electoral, resulta inevitable reformar la Ley Electoral Valenciana (LEV) una vez aprobado el Estatut d'Autonomía, y antes, claro está, de que se disuelvan las CC VV para celebrar nuevas elecciones.

Es decir, que PP y PSPV-PSOE van a tener que volver a hablar para modificar la LEV, que necesitará el voto de 2/3 de los diputados por lo menos para fijar la composición de las CC VV (mínimo de 99, que pueden fijar en más, si así lo deciden en la reforma), o, incluso, para plantearse con mayor tranquilidad introducir otras modificaciones, en atención a que, por ejemplo, una nueva fórmula de reparto de los escaños en las circunscripciones podría hacer ociosa la pervivencia de la cláusula del 5% en la propia ley, cumpliendo así lo que parece el corolario obligado de haberla eliminado del Estatut.

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Mientras tanto, claro, EU y Bloc harían bien en despejar la incógnita de su entesa, y, sobre todo, rubricar pronto si sólo serán pareja de hecho política contra el sistema electoral o se encamarán en un programa común para escándalo de la mitad de sus expectantes votos.

Vicent.franch@eresmas.net

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