Utopía necesaria como el pan de cada día
"Poesía necesaria como el pan de cada día", dice el poeta. Poesía y utopía riman bien, y ambas nos son totalmente indispensables para atravesar el túnel. No aceptamos esa sociedad oficial que reduce la vida humana a mercado o, en el mejor de los casos, se propone el objetivo, siempre aplazado, de reducir el hambre a la mitad...
Estamos indignados y perplejos. Muchas voces, desde muchos ángulos, confiesan que estamos en crisis. Y que, así las cosas, no le va ni a Dios ni al Mundo. Estar en crisis, sin embargo, no es necesariamente una desgracia. La crisis es la fiebre del espíritu. Donde hay fiebre hay vida. Los muertos no tienen fiebre.
No se trata de ignorar la realidad. Más aún: hay que asumirla y transformarla, radicalmente. Ahora ya no nos conformamos con proclamar que "otro mundo es posible"; proclamamos que es factible y lo hacemos. La Agenda Latinoamericana Mundial que estamos preparando para 2007 se titula precisamente: "Exigimos y hacemos otra democracia". "Abajo -con el pueblo- y a la izquierda", definen los zapatistas en "la otra campaña". Y ya se ha anunciado que vamos "hacia el socialismo del siglo XXI", con "la Humanidad como sujeto" del cambio.
La utopía es necesaria porque la desigualdad entre ricos y pobres aumenta, según la ONU, incluso en países del Primer Mundo. Nuestra América, según la OEA, es la región más injusta, por esa desigualdad sistemática. Hay más riqueza en la Tierra, pero hay más injusticia. África ha sido llamada "el calabozo del mundo", una "Shoa" continental. Un total de 2.500 millones de personas sobreviven en la Tierra con menos de dos euros al día y 25.000 personas mueren diariamente de hambre, según la FAO. La desertificación amenaza la vida de 1.200 millones de personas en un centenar de países. A los emigrantes les es negada la fraternidad, el suelo bajo los pies. Estados Unidos construye un muro de 1.500 kilómetros contra América Latina, y Europa, al sur de España, levanta una valla contra África. Todo lo cual, además de inicuo, es programado. Un inmigrante africano, en una estremecedora carta, escrita "tras los muros de separación", advierte: "Les ruego que no piensen que es normal que vivamos así, porque de hecho es el resultado de una injusticia establecida y sostenida por sistemas inhumanos que matan y empobrecen... No apoyen este sistema con su silencio".
Pero la Humanidad "se mueve"; y está dando un giro hacia la verdad y hacia la justicia. Hay mucha utopía y mucho compromiso en este planeta desencantado. Alguien ha recordado que el siglo XX "ha sido un inmenso cementerio de imperios: el británico, el francés, el portugués, el holandés, el alemán, el japonés y el ruso". Queda, tambaleándose, el imperio estadounidense, que caerá también. "América Latina se aleja de la tutela de Estados Unidos" y Asia ha dado también la espalda a los Estados Unidos, en la primera cumbre, organizada por la Asean. La Unesco ha declarado Patrimonio de la Humanidad la Diversidad Cultural. El siglo XXI -que ya sabemos que será un siglo místico- será también el siglo del Medio Ambiente. El diálogo ecuménico y el diálogo interreligioso crecen en varios niveles, como un nuevo paradigma de la fe religiosa y de la paz mundial. Las Iglesias, las Religiones, se van a encontrar necesariamente y habrán de ponerse en paz para la paz del mundo. En la Iglesia Católica, dentro de una monótona continuidad oficial, que ya era de esperar, muchas comunidades y muchos colectivos de reflexión teológica y de pastoral saben ser simultáneamente fieles y libres. Vamos aprendiendo a ser Iglesia adulta, una y plural. Si rechazamos la dictadura del relativismo, también rechazamos la dictadura del dogmatismo. No permitiremos que el Concilio Vaticano II sea un "futuro olvidado"; y hasta urgimos el proceso de preparación de un nuevo Concilio, verdaderamente ecuménico, que aporte desde la fe cristiana a la tarea mayor de humanizar la Humanidad. En nuestra América se está preparando la V Conferencia Episcopal, llamada "Celam V". Un primer texto, de consulta, resulta muy poco estimulante, como escrito "por teólogos que ya están en el cielo", ironiza un viejo teólogo. Nos tocará suplir alternativamente y no permitir que ese "Celam V" olvide Medellín. Hay prioridades socio-pastorales, en nuestra América, que nos exigen realismo y utopía, coherencia y compromiso, sin posible aplazamiento.
Aquí, en casa, en la Prelatura de São Félix do Araguaia, seguimos caminando, ahora con el obispo Don Leonardo. No nos faltan desafíos. Continúan sin solución el acampamiento frente a la Hacienda Bordolândia, ya desapropiada; la Gleba Liberdade, de acampados también, cerca de 3 años a la espera, y la aldea Xavante Marawatsede, con 13 años de tensión. (Las políticas agraria e indigenista de nuestro Brasil están atascadas, por "respeto" al latifundio, al agronegocio y a la élite político-rural). En la Asamblea Pastoral de este año hemos reafirmado las tres prioridades de nuestra Iglesia particular: formación, autonomía, pastoral socio-política. Nos estamos preparando para la gran Romería de los Mártires de la Caminada, en Ribeirao Casacalheira, los días 15 y 16 de julio, con ocasión del 30º Aniversario del martirio del padre João Bosco Penido Burnier. Con nuestro padre João Bosco hacemos memoria también de todos aquellos y aquellas que van dando su vida por el Reino, particularmente en nuestra América. El lema de la Romería es "Vidas por el Reino de la Vida". Entre tantas memorias destacamos la figura del patriarca de la causa indígena, Sepé Tiarajú, en el 250 aniversario de su heroica muerte.
Hacer memoria del martirio es vital para cada pueblo, vital para la Iglesia de Jesús. Si perdemos la memoria de los mártires, perdemos el futuro de los pobres.
Yo sigo en mi sosiego de jubilado, experimentando "la pobreza biológica" con sus limitaciones. En compensación he podido editar algunos libros, como hijos de la vejez.
Sigamos editando utopía, compromiso, transparencia, vida. Y recordemos que la utopía debe ser verificada en la praxis diaria, que "la esperanza sólo se justifica en los que caminan" y que "nos es dada para servir a los desesperanzados". Para este servicio pienso que hoy se nos pide, sobre todo, un testimonio coherente, una proximidad samaritana, una presencia profética.
A todos, a cada uno y a cada una a quien debo amistad, gratitud y carta, un entrañable abrazo en la paz militante del Evangelio.
Pedro Casaldáliga es obispo emérito, vinculado a la teología de la liberación. Vive desde hace 37 años en el Estado brasileño de Mato Grosso.
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