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Reportaje:

La hora de los becarios

320 alumnos andaluces de doctorado cambian sus becas por un contrato gracias a la nueva regulación de la Junta

"Es mejor ser becario en cualquier empresa que en la universidad, donde ya sabes que no podrás quedarte". El desencanto de José Hernández, cordobés de 26 años y estudiante del doctorado en Antropología en la Universidad de Sevilla, se acaba de agudizar desde que sabe que las becas de formación para el profesorado universitario de la Junta se han transformado en contratos laborales durante los dos últimos años de investigación con el doble sueldo del que él recibe.

A José no le va a beneficiar, porque su beca viene del Ministerio de Educación y Ciencia. El Ejecutivo aprobó el Estatuto del Personal Investigador en Formación el viernes pasado en Consejo de Ministros. José también va a ser contratado, aunque no le subirán ni un céntimo la asignación.

José Hernández está contento a medias porque al fin el Ministerio ha regulado con un contrato laboral su beca de investigación, pero el dinero que recibía hasta ahora no ha variado: 1.100 euros al mes. En cambio, Carmen Lozano -sevillana de 24 años-, su compañera en el departamento de Antropología, se enteró de dos cosas la semana pasada: que una orden de la Junta de Andalucía había transformado su beca en un contrato de trabajo de dos años y que además le doblaban el sueldo, de 1.058 a casi 2.000 al mes, "equiparándolo al de un ayudante de doctor universitario".

Así les ha ocurrido a los 320 alumnos andaluces de doctorado que tenían una beca de la Consejería de Innovación. José está satisfecho, pero mira absorto cómo la Administración andaluza le pasa el brazo por encima a sus compañeros becarios, mientras él, al amparo del Ministerio, sigue haciendo cuentas con los dedos de la mano.

Carmen está haciendo el trabajo de campo en la Sierra de Segura, en Jaén. No todos los proyectos se ubican donde uno se encuentra. Con el dinero de la beca debía pagarse el alojamiento, la comida diaria, las idas y venidas en coche a Sevilla y demás impositivos de la supervivencia.

Los chicos de la Federación de Jóvenes Investigadores-Precarios que han instigado a las Administraciones públicas para que dieran este paso solían definir al becario como a un héroe: "Alguien que dedica cuatro años como mínimo a desarrollar investigaciones de las que el Estado se aprovechará y con las que hará publicidad de inversiones I+D, mientras él sigue trabajando sin paro, ni Seguridad Social, ni tampoco puede coger una baja por enfermedad".

Lo que les va a pasar a José y a Carmen en los próximos días es que van a ser fichados por la Universidad de Sevilla. La conocida como fórmula 2+2 les rescatará de la invisibilidad en el mercado laboral que hasta ahora padecían: dos años de prácticas becados y dos contratados, cuatro años haciendo el mismo proyecto y sólo dos cotizando, inscritos en la Seguridad Social, con derecho a paro y vacaciones.

En el mes de diferencia entre que la Junta aprobó el 2+2 y cuando lo ha hecho el Gobierno central, José vio cómo su compañera le adelantaba con un paso de gigante y empezó a palpitarle el corazón. "Si hubiera quedado así, Carmen habría cotizado tercero y cuarto mientras yo seguiría siendo becario. Al terminar, ella casi habría sumado los tres años mínimos que exigen para ser profesor asociado en la universidad, y yo no tendría ni un año de trabajo en mi currículo".

La idea que tienen ambos estudiantes después de tres años de doctorado es que la beca les obligaba a los deberes del profesor universitario, como impartir clases, pero no a los derechos, como elegir a su director de departamento.

A José, todos estos cambios, no le han servido para desprenderse de los fantasmas del becario: "No sé qué va a pasar cuando termine mi beca en diciembre. Haré la tesis, supongo. Iré al extranjero dos o tres años a trabajar, porque aquí no hay trabajo. Volveré si me conceden una beca posdoctoral. Y llegaré a los 35 años siendo aún becario y con la misma perspectiva de futuro que a los 26 años".

La Asociación del Personal Investigador suele ser más sutil a la hora de describir este panorama y pone como ejemplo al Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). "En el CSIC la edad media del personal que se incorpora a la plantilla fija es de 37 años. Los tiempos de cotización a la Seguridad Social que se registran hacen imposible que esos trabajadores puedan lograr el 100% de la jubilación". Pero la Junta insiste en que ha llegado la hora de los investigadores. La vida del becario investigador se acorta. El Ministerio también acaba de convertir en contratos las becas posdoctorales. Lo que hagan a partir de ahora ya es un trabajo visible, computable, y será tenido en cuenta de cara a su futuro.

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