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Columna
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Te invito a la M-30

Jesús Ruiz Mantilla

Otra vez más entran en acción políticos con problemas serios de lenguaje y conocimiento a los que les da por arrimar el ascua a su sardina. Lo único que me consuela es que ese empeño, entre pueril y despistado, que tienen por cambiar los significados de las cosas les entre en realidad para sentirse más felices. Como le pasa a Pilar Martínez, la concejal de Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid. Cuando desde la Unión Europea comunicaron esta semana que una delegación de la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo comprobará si las obras de la M-30 están dañando seriamente el medio ambiente, aquí, ella, en nombre de los ediles de Alberto Ruiz-Gallardón, salió a la palestra nada más y nada menos que para invitarles a venir.

Qué detallazo, qué prueba palpable de la mundialmente celebrada hospitalidad madrileña, qué manera de remarcar su bien merecida fama de ciudad abierta. Pero hay que aclararle a la señora Martínez, y a lo mejor a todos los miembros de la corporación del PP, que estos funcionarios de la UE iban a visitarnos de todas formas. Para que lo entiendan en su propio código, que ya se habían invitado ellos, aunque les parezca feo. Se conoce que venir a Madrid desde el norte de Europa siempre es un aliciente, que a nadie le amarga un dulce y que allí están todos dispuestos a apuntarse a un bombardeo.

Además, ya se les habían adelantado en la invitación algunos concejales de la oposición y otros colectivos, como los de Ecologistas en Acción y la Plataforma de Vecinos Afectados por las Obras de la M-30, que han presentado ante la UE 30.000 firmas. El caso es que lo van a pasar bomba nuestros huéspedes del Parlamento Europeo, porque transitar a día de hoy por la M-30 es tan emocionante como pasar el día en el Warner Bros Park, mínimo. Esas curvas que son como un eslalon, ese sube y baja que ya quisieran muchas montañas rusas, esa emoción de auténtico thriller que te entra cuando ves a los dos lados de tu itinerario las escombreras, los hierros de las estructuras; todo levantado por el norte, el sur, el este y el oeste. Donde quiera que vayas te invade esa sensación de que en cualquier momento aquello se hunde.

Es una experiencia para espíritus aventureros. Y para curiosos del comportamiento humano, también. Porque un buen atasco a cualquier hora pone al madrileño medio en el límite y a punto de pasar al lado oscuro. Da gusto. Hemos batido récords. Quién recuerda ahora ciudades como São Paulo o México DF, que tienen fama de ser las del tráfico infernal. Han quedado en nada. Aquí, además de perder tiempo, tragamos bien de polvo y encima nos queda un hueco para plantearnos preguntas realmente trascendentales: ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Por qué todo al tiempo? ¿Para qué lo hacen realmente? Y, sobre todo, cuando todo esto acabe, ¿se habrá calmado la insaciable megalomanía del alcalde? Un compañero mío dice que va a quedar muy bonito. Menudo consuelo. Imagínense ustedes que después de todo este infierno, además, el resultado es un adefesio.

El caso es que los invitados, trabajo van a tener. Yo les recomiendo que se presenten preparados, con ropa de exploradores del Amazonas y mucha fe en quienes les expongan de dónde venimos y hacia dónde vamos. Si alguna vez alguien les cuenta que se han talado entre 9.000 o 22.000 árboles, según quien dé la cifra, si el PP o el PSOE, que hagan la media y le crean. Si luego viene otro y les asegura delante de todos los santos patronos que el hilillo ese de agua que transcurre por debajo de los puentes -algunos monumentos históricos- es un río conocido como Manzanares, que sepan que también es verdad. Aunque después de los vertidos que se están haciendo para evacuar la basura y los desechos producidos por las obras, no se sabe bien en qué va a quedar y cómo volverán a encauzarlo.

Como colofón podrían darles una vuelta por el tramo sur y enseñarles también dónde van a quedar plantadas las chimeneas de 20 metros de alto por 20 de ancho encargadas de filtrar los gases, delante de qué bloque de edificios va a evacuarse todo el humo reconcentrado de los vehículos que circulen por ese tramo. A ver si se animan y se compran un pisito, que esa zona se va a revalorizar una barbaridad.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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