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Crónica:BALONMANO | Campeonato de Europa: primera fase
Crónica
Texto informativo con interpretación

España gana dos puntos de oro

El equipo de Pastor realiza una primera parte memorable ante Francia

El paso fue de gigante. La victoria que España logró ayer ante Francia vuelve a colocar a la selección de Juan Carlos Pastor en el camino hacia el oro. El equipo español parece haber recuperado el espíritu y la solvencia que le llevaron a lo más alto del podio en el Mundial de Túnez, hace sólo un año. Los dos puntos de ayer, más el que había logrado ante Alemania, permiten a España entrar con tres puntos en la segunda fase, ocurra lo que ocurra hoy contra Eslovaquia, que está ya descartado. Y, teniendo en cuenta los rivales con los que se cruzará, eso es casi un pasaporte hacia las semifinales.

"Tenemos tres puntos", afirmó ayer un Pastor que había recuperado la sonrisa. "Y, siendo sincero, prefiero haberlos logrado de esta forma [ganando a Francia y empatando con Alemania] que no al revés". Aunque España acabó sufriendo y mirando el cronómetro, la victoria contra Francia es de las que dan confianza al equipo. La selección no superaba a sus vecinos desde la Supercopa de 2003. Y el referente más cercano contra ellos, era una derrota en octubre.

ESPAÑA 29 - FRANCIA 26

España: Barrufet (Hombrados); Entrerríos (5), Rocas (7, 4 de p.), Belaustegui, Juancho, Juanín (1), Romero (10, 2 de p.) -equipo inicial-; Garabaya (1), Fis, Uríos (2), Davis, Ortega (2) y Rodríguez (1).

Francia: Omeyer (Ploquin); B. Gille, Narcisse (1), Karabatic (10), Abati (3), Guigou (1), Bosquet -equipo inicial-; Fernández (7), Dinart, G. Gille (1), Girault, Kempe (1) y Abalo (2).

Árbitros: C. Kekes y P. Kekes (Hungría).Marcador cada cinco minutos: 3-1, 6-1, 9-2, 11-4, 15-5, 17-9 (descanso). 20-12, 24-13, 25-18, 26-22, 29-24 y 29-26.

Unos 5.900 espectadores en el Jakobshalle de Basilea.

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La primera parte fue pletórica. Para enmarcar. España jugó con un nivel de concentración tan alto que apenas cometió errores. En defensa no había tregua, los jugadores se sentían unidos, entrelazados para asistir al compañero cuando parecía desbordado. Los huecos se cerraban casi de forma automática. Era impermeable. Y los franceses se estrellaban una y otra vez contra aquel 6-0 tan hermético, que no daba ninguna opción de entrar en juego ni al pivote ni a los extremos. El balón les quemaba en las manos, no tenían fluidez . Y cuando, ya desesperados, optaban por el lanzamiento, surgía la inconmensurable figura de David Barrufet, que con el pie, la mano o el cuerpo detenía el balón e iniciaba el contraataque.

Hasta tal punto fue eficaz la defensa española, que hizo aparecer como jugadores mediocres a hombres de la talla de Karabatic, Guillaume Gille, Narcisse o Bertrand Gille, que habían logrado el bronce en Túnez. El único que fue capaz de desencallar aquello fue el azulgrana Fernández, que consiguió entrar tres veces hasta los seis metros y marcar.

La ventaja llegó a ser de 11 goles, superados ya los primeros 10 minutos de la segunda parte (24-13). Hasta ahí, también el ataque había funcionado como un reloj suizo: Iker en el centro, secundado a la perfección por Alberto Entrerríos y Mariano Ortega, en los laterales, y con Uríos haciendo auténticas diabluras en el pivote, y Rocas y Juanín en los extremos. Sin embargo, a partir de ahí el decorado cambió por dos circunstancias: comenzaron las exclusiones y los árbitros acribillaron a España con pasivos.

España perdió el ritmo, con las inferioridades la defensa se desestabilizó y el ataque se fue desmoronando sin saber aprovechar tampoco las superioridades. Francia logró dos parciales de 4-0 y el partido cogió otro rumbo. Los franceses empezaron a creer que la remontada era posible. Y, casi de la nada, surgió la figura de Karabatic, y los extremos lograron sus primeros goles. La ventaja española se fue esfumando: siete goles, seis, cinco, cuatro y ¡tres!

Cuando aquello ocurrió (29-26), España estaba mirando ya el cronómetro con preocupación. Faltaban tres minutos y Francia pudo haber hecho desatar los nervios cuando el extremo Abalo recogió un balón perdido en un pase y se quedó sólo frente a Barrufet: era la única ocasión de colocarse a sólo dos goles. Pero el portero azulgrana no perdió los nervios, se mantuvo firme en su posición y el balón se estrelló en su mano. "Aquella parada fue crucial", confesó Pastor. "Si hubieran marcado, el partido se nos habría complicado muchísimo".

Fue la última oportunidad. España volvió luego a serenarse, a jugar con soltura, a pesar de estar en inferioridad, y materializó la victoria que había merecido. Ahora depende de sí misma. "Lo demás lo miraremos sólo con el rabillo del ojo", incidió Pastor. "El equipo ha mantenido una buena actitud y ha trabajado duro. Era un partido que medía nuestras aspiraciones. Y lo hemos saldado de forma esperanzadora". Hoy (17.30, La 2), España se enfrenta a Eslovaquia en un partido intrascendente.

El francés Abati y Rodríguez luchan por el balón.
El francés Abati y Rodríguez luchan por el balón.EFE

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